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La Mundial

RISTO MEJIDE

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El Mundial, tudo bem. Metáfora de guerra mundial más o menos civilizada. Excusa mediática para poner patas arriba las carencias y desigualdades del país anfitrión. Festival de marcas y empresas anunciando todo lo que se puede anunciar a precios de saldo, solo hasta fin de mes. Y sablazo oportunista para los que se puedan permitir vivir todo eso en directo. Además, menudo morbo da ahora que vamos primeros en el 'ranking' FIFA, a ver cuánto tiempo tardan en desbancarnos. Por fin veremos si es verdad eso de que cuando el Barça se resfría, estornuda la selección.

Pero todo eso ahora ya da igual. Qué es un Mundial al lado de la que tenemos liada aquí. Qué es el Mundial al lado de LA Mundial. A mí, sinceramente, me pone mucho más.

Veníamos de una precampaña electoral que prometía ser aburridísima, y de pronto se citaron en las urnas un comediante del siglo XVIII intelectualmente superdotado y una «señora que». Cuando aún no nos daba la vida para analizar semejante tractatus dialéctico, y mientras ambos excandidatos rebuscaban por dónde se cayeron más de 5 millones de votos, les adelanta por la izquierda un profesor con coleta vestido con ropa hard discount que no es que hable bien, es que además dice cosas. Y entre las cosas que dice y las que otros dicen que ha dicho, de momento ya tiene en Bruselas a cinco, rima fácil incluida.

Y cuando aún no nos habíamos recuperado del subidón marxista y bolivariano, va el Rey y dimite. Perdón, dimitir sólo puede dimitir quien ostenta un cargo electo o quien haya trabajado alguna vez. El Rey no dimite, sino que abdica. O lo que es lo mismo, transfiere sus privilegios a otro. Y digo yo que se los enviará por Wetransfer, porque la lista no debe de caber ni en un pen drive. Y resulta que por encima de todos, figuran estos dos: inviolabilidad e irresponsabilidad. Que es un irresponsable no lo digo yo, sino la Constitución. Y que es inviolable no lo dictamina Corinna, sino la Carta Magna, concretamente en su artículo 56.

Así que ahí están Senado y Congreso, la voz de su monarca, apresurándose a aprobar las leyes que permitan una sucesión al trono sin fisuras, o lo que en lenguaje parlamentario significa sin ningún riesgo o posibilidad de que a algún juez le dé por esperar a su majestad a los pies del trono con una citación. Se le afora, se le blinda y se brinda por ese mensaje navideño del 2011 que aún resuena en las carcajadas de sus señorías: «La justicia es igual para todos». A que se te ha puesto cara de súbdito. En pleno siglo XXI. Hazte así, que tienes un dragón.

Pero tranquilos, que aquí llegan los compañeros de 'El Jueves'último reducto de la sátira política y la irreverencia institucional, dispuestos a desmantelar tanta mandanga a golpe de portadón que ellos mismos se censuran y así alcanzan una difusión casi a la par con el famoso coito principesco que ya les costara el secuestro editorial.

Suerte que Rajoy no la quiere pequeñita. Y que Mas la tiene mayúscula. Hablamos de política, claro. O quizás algo de aquí al 9N nos haga pensar que no.

El caso es que, mientras Supermario Draghi continúa pasando pantallas en su particular videojuego con los principales bancos y bolsas europeas, sería bueno ir siguiendo de cerca los otros Mundiales, los que más nos tocan de verdad, de cerca. Esos en los que quedamos primeros en desempleo dentro de la UE. Segundos en pobreza infantil. Los décimos del mundo en fraude fiscal. Y en el número 142 en el de facilidades para las empresas, colocándonos entre los peores países para hacer negocios, por detrás de Kazajstán, Eslovaquia, Catar o Túnez.

Que nadie espere incentivos ni primas por participar en esos mundiales.

Aquí, como mucho, solo habrá un primo.

Tú.