MONÓLOGOS IMPOSIBLES

Madre coraje

JOAN BARRIL

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Hay un tiempo para morir y un tiempo para nacer. También hay un tiempo para empezar y otro tiempo para dejarlo. Pues yo lo he dejado. Acabo de cumplir 40 años y de tanto luchar contra las hipotecas me estaba quedando con mi vida hipotecada. En la lucha contra los poderosos siempre hay relevos, porque el poder no descansa. Y el poder de los banqueros en España no tiene entrañas. Incluso se atreven a decir que la culpa es nuestra. Nos bailaron la danza de los siete velos para que aceptáramos firmar la hipoteca y luego, cuando las cosas se han torcido, llega la policía a casa para sacarte del piso y quedarse ellos con la deuda y con la vivienda. No sé cómo todavía se atreven a decir que la culpa es nuestra. “Malos tiempos para los negocios”, dicen. Será para nuestros negocios, porque el derecho a la vivienda nunca ha sido un negocio, pero en cambio enriquecerse a costa de los pobres, eso es más viejo que el mundo. Decían que vivíamos en una crisis y lo que estaban pergeñando era una estafa.

Pero no quiero ponerme más triste de lo que estoy cuando recibo a una de esas personas que no saben adónde van a ir. He llorado mucho cuando, caso a caso, han venido a mí para pedirme una camiseta de color verde. No ha sido una gran victoria lo de la PAH, pero hemos evitado que se llevaran a término 1.135 desahucios y hemos conseguido una a una 1.402.835 firmas para promover la Iniciativa Legislativa Parlamentaria. Ahí se quedó el PP en la más absoluta de las soledades y algún día se la habrán de comer. De ser unos simples antisistema hemos conseguido que nos hagan caso los tribunales, la Unión Europea y hasta las Naciones Unidas. Bien es verdad que a las Naciones Unidas nadie les hace mucho caso, pero ahí está ese reconocimiento que me llena de una cierta y legítima vanidad. Cada vez que me han insultado los voceros de la banca, cada vez que he recibido una llamada amenazadora, me he sentido más convencida de mi vida. Es entonces cuando he ido a ver a mi hijo Adrià para decirle que no olvide estar siempre con la gente y para la gente.

Hace unas semanas que dejé la portavocía de la PAH y, a pesar de todo, me siento bien. No hemos acabado con el sistema, pero algo se ha ganado en esos años. He aprendido a conocer las mieles del liderazgo y también de sus riesgos. Hay un momento en el que los portavoces ya no somos portadores de nada, porque la gente se acomoda y confunde al portavoz con un caudillo. Ese es el riesgo de encasillarse demasiado tiempo en ese pequeño mundo de decisiones. Cuántas horas ganadas a los servicios jurídicos de la banca y cuántas horas en las que mi mundo se ha detenido para dárselo a los demás. Mucho ha llovido desde que estuve en Milán con una beca Erasmus. He sido una buena estudiante de la vida y ahora me corresponde vivirla para mí. Llegarán partidos políticos para tentarme y ofrecerme un escaño. Me gustará escucharles, pero la lucha por la vivienda digna no se forja necesariamente en los parlamentos. Determinación de ser feliz. Ante todo ser feliz para poder transmitir la tranquilidad a tanta gente dolorida. No me voy. Simplemente cambio de habitación.