La cita del 25 de mayo

Los secuestradores de Europa

Se debe impedir que la UE quede en manos de burócratas economicistas o neopopulistas disfrazados

SANTI VILA

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Europa, en la tradición clásica, es una bella princesa fenicia secuestrada por Zeus, transmutado en un aparentemente dócil toro blanco incapaz de resistirse a su belleza. Miles de años más tarde, los ciudadanos del conjunto de la Unión estamos convocados el 25 de mayo a renovar el Parlamento de los europeos y, con nuestro voto, combatir el riesgo de nuevos secuestros.

¿Y quiénes son los secuestradores de Europa hoy ? Sin duda, en primer lugar quienes, olvidando lo que nos distingue de otras sociedades occidentales, creen que la sociedad debe estar al servicio de la economía y no al revés. Quienes en nombre de la globalización y de la competitividad tienen una fe ciega en el poder autorregulador de los mercados que ni los propios padres fundadores del capitalismo tuvieron nunca. En este sentido, como ha advertido Zygmunt Bauman, quizá sería bueno recordar que si no hacemos de la reducción de las desigualdades y del combate del paro una verdadera prioridad, la primera víctima del momento que nos toca vivir será la propia democracia. Y este, sin duda, es el segundo de los grandes peligros secuestradores que sobrevuelan Europa: el ascenso de los populismos de derechas y de izquierdas, que, al igual que haría un virus oportunista con el cuerpo debilitado de un anciano, aprovechan este momento de concurrencia de crisis -económica, institucional, moral- para ganar adhesiones partidistas a costa, si cabe, de la idea de Europa. O, peor aún, de la propia idea de democracia.

Como encarnaba perfectamente Marine Le Pen en una entrevista reciente en TV-3, la respuesta xenófoba a los males de Europa es peligrosa, especialmente en lo que tiene de simple e inteligible: ante la recesión económica, el anquilosamiento de las instituciones y los miedos de los jóvenes por las incertidumbres del futuro, ¡más Estado, más nacionalismos y más xenofobia!

Ante las próximas elecciones europeas, los catalanes, como el conjunto de los europeos, debemos movilizarnos activamente para impedir el secuestro de Europa tanto por parte de los burócratas economicistas como de los neopopulistas disfrazados de buenas intenciones, igualmente insensibles al sufrimiento de la gente o a la deslegitimación de las instituciones. ¡Demasiado nos hicieron sufrir en los años 30 del siglo pasado los comunistas, los nacionalsocialistas y los fascistas decididos a llevarse por delante la democracia de base liberal en nombre de un ideal redentor! Y demasiado que nos han hecho sufrir los que creen que el crecimiento económico es la única garantía de progreso. Además de por estas razones, los catalanes también debemos concurrir masivamente a las elecciones y, honestamente, renovar la confianza en los demócratas -liberales, conservadores o socialdemócratas, tanto da- que se comprometan a impedir el secuestro de Europa por parte de los estados.

Nuestro voto debe servir para retomar de nuevo, como escribieron en el siglo pasado Aristide Briand en Francia o Eugeni d'Ors desde Catalunya, el viejo sueño político de una verdadera unidad moral de Europa, que rebase la unión monetaria, fiscal, de telecomunicaciones y de redes de transporte y de energía, y se comprometa a construir una gran nación europea. Una Europa distinguida en el contexto mundial por su modelo de sociedad del bienestar, fundamentado en la democracia, la libertad individual, la tolerancia y la cultura. Porque cuando el Papa hace enrojecer a los gobernantes insensibles que permiten que chicos africanos mueran ahogados en las costas de Lampedusa, Europa fracasa. Porque cuando paseando por las calles de Barcelona encontramos los cajeros automáticos de los bancos convertidos en refugios de transeúntes, Europa fracasa. Porque cuando los euroburócratas y los falsos políticos pretenden expulsar a Grecia por estar sobreendeudada o amenazan a Catalunya por si decide plantar cara al actual secuestro constitucional que la asfixia, Europa fracasa.

Quienes no comprenden que lo que nos distingue como nación europea es la diversidad y el pluralismo, lo que significa mosaico de lenguas y de identidades; la tolerancia, que es la convivencia de diversas tradiciones políticas y religiosas, y la cultura, que son los cafés, las librerías y las distancias cortas entre pueblos vecinos; los que creen que somos solo una unidad monetaria y de mercado, en el fondo son los mayores enemigos de Europa. Como hicieron los hermanos de la bella princesa fenicia hace miles años ante su secuestro por parte de Zeus, a los europeos de hoy nos toca salir a evitar un nuevo secuestro de Europa, ahora en manos de los estados decimonónicos, los populistas fanáticos y los tecnócratas carentes -solo aparentemente- de ideología.