Mossos: superar el corporativismo

No somos pocos los que pensamos que el servicio público de la policía catalana es mejorable

RAMON J. MOLES

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A tenor de lo publicado, y también de lo declarado en privado, no somos pocos los que pensamos que el servicio público de los Mossos en Catalunya es manifiestamente mejorable, sobre todo a la luz de sucesos acontecidos desde hace tiempo (lesiones por pelotas de goma, cerco al Parlament, muertes en detenciones, ocupaciones de comisarías y ocultación de números privados de móvil para no poder ser localizados como acto de protesta sindical, imposibilidad de identificar a agentes responsables de lesiones…). Unos han publicado reflexiones críticas con el modelo de actuación. Otros hemos añadido propuestas constructivas. Todos hemos recibido la callada por respuesta, cuando no desafortunadas salidas de tono (recuerden el discurso de un alto mando que pregonaba que las guerrillas urbanas se escondían tras los pupitres universitarios).

Hasta la semana pasada, cuando  el comisario jefe de los Mossos pidió perdón a quienes hayan perjudicado y a quienes consideren que no han cumplido las expectativas, gesto inusual en nuestras administraciones, que honra a su autor y que es de agradecer, más cuando reconoce explícitamente que el corporativismo no puede justificar hechos como los acontecidos. Coincido plenamente: algo habrá que hacer con el corporativismo que  a veces ciega los ojos de quienes deben velar por nuestra seguridad (no solo en Catalunya). Se trata de un fenómeno de raíz totalitaria (la idea de «cuerpo» lo justifica todo en beneficio de quienes lo controlan), que en el caso que nos ocupa se alimenta tanto de los silencios clamorosos de los políticos a la hora de pedir disculpas (consellers y directores generales incluidos, a excepción del president), como del griterío sindical-corporativista dedicado al insulto de sus propios mandos a la menor oportunidad de comparecer en público.

ESTE FENÓMENO, que acaba por situar al cuerpo frente a la sociedad, y no en ella, se retroalimenta en este caso por dos factores: uno, en el quehacer diario, por la primacía de la estructura policial por encima de su función social, lo que acaba generando procesos endogámicos sin supervisión externa. Otro, para  poder perpetuar este modelo, por un sistema formativo secuestrado por el cuerpo y falto de conexión externa. Ejemplo del primero son las dificultades para identificar a los agentes responsables en los casos de QuintanaVilaró o Benítez. Del segundo, el control de la formación que ejerce el cuerpo en detrimento de un control «académico civil» de la misma. Atajar el corporativismo requiere ineludiblemente abordar medidas que tienen que ver con recuperar el control «civil», no «corporativo», de la rendición de cuentas y de la formación, y con un control deontológico efectivo, no solo ético, y con la participación ciudadana real. Superar el corporativismo requerirá, además de pedir perdón -se agradece-, pasar de las musas del discurso al teatro de operaciones. Director del Centre de Recerca en Governança del Risc (UAB).