EL AMFITEATRO

Britten, triplemente inquietante

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ROSA MASSAGUÉ

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 La madre de Benjamin Britten soñaba con que su hijo fuera la cuarta B del firmamento musical después de Bach, Beethoven y Brahms. Cien años después de su nacimiento, la obra del compositor inglés comparte carteles con aquellos genios, pero no en todas partes. Desde luego, lo hace en su país. Y el pasado año, con motivo de aquel centenario, la dedicación de espacios y tiempos musicales a Britten en el Reino Unido fue apabullante. Pero no así a este lado del Canal de la Mancha.

Por ello, la señora Britten hubiera estado encantada si hubiera visitado Lyon estos días. En la fachada de la Ópera, una pancarta califica a Britten de: "Uno de los mas grandes compositores contemporáneos", algo, por otra parte, totalmente cierto. Esta constatación sirve para anunciar un 'Festival Britten' en el que se representan (hasta el 29 de abril) tres óperas del compositor: 'Peter Grimes' (1945), 'The turn of the screw' (1954) y lo que el músico calificó de "parábola de iglesia", 'Curlew River' (1964), tres obras que abarcan casi dos décadas de composición musical para el teatro. 

Lo primero que salta a la vista es la evolución del compositor. 'Peter Grimes' fue su primer gran éxito de público. Es una ópera hecha a la manera tradicional, basada en un poema de George Crabbe que describe la vida en un barrio marinero. Hay arias, recitativos, una gran orquesta, grandes coros y numerosos solistas, bailes populares, cantos religiosos y una terrible tormenta para explicar una historia muy realista.

Peter Grimes es el personaje que no se adapta a una sociedad hipócrita y puritana, la misma que le condena y le rechaza. La ópera empieza con la sospecha de que ha matado a su aprendiz. Al final, tras la desaparición de un segundo muchacho, caerá sobre él el rechazo más absoluto de todos, incluso el de quienes han intentado ayudarle como Ellen Orford o el capitán Balstrode. Solo la muerte de Grimes cancelará tanta hostilidad.

Con 'The Turn of the Screw', Britten entra en un terreno mucho más intimista. Es una ópera de cámara interpretada por 13 instrumentistas en la que usa la estructura de tema y variaciones para transmitir la ambigüedad de la narración original de Henry James 'Otra vuelta de tuerca'. El cuento está poblado por fantasmas, el del mayordomo Peter Quint y el de la antigua gobernanta de los hermanos Miles y Flora, que su sucesora quiere eliminar. Al final no se sabe en la mente de quién están. En su estructura musical la aparición de tonadas infantiles hace aún más enigmática la historia.

En 'The Curlew River', los instrumentistas se han reducido a siete. Inspirada en el teatro japonés Nô que Britten conoció en un viaje a aquel país asiático, la música es como una caja, como un envoltorio de canto llano cristiano con el que abre y cierra la obra, cuyo interior está lleno de colores orientales.

Unos monjes medievales explican al público que se van a despojar de sus hábitos para representar la historia de cómo se manifiesta la gracia divina a un corazón tocado por la desgracia. El infortunio es el que se ha abatido sobre La loca, una mujer que busca a su hijo único, raptado por un traficante de esclavos. La acción ocurre el día en que los peregrinos se disponen a cruzar el río para ir en peregrinación a una tumba milagrosa.

Cuando la barca se dispone a zarpar aparece la mujer con sus gritos e imprecaciones. La embarcación zarpa con ella a bordo y allí escucha por boca del barquero la historia de la tumba donde reposa un niño comprado como esclavo que, enfermo y agotado, había sido abandonado allí por el déspota. La loca, papel interpretando por un tenor, comprende que el niño es su hijo y recupera la cordura.

Son tres historias con  personajes y situaciones inquietantes, en las que siempre mueren los niños, los seres más débiles, en las que se hace presente aunque no a plena luz la homosexualidad e incluso la pedofilia. Son historias de inocencia perdida. En palabras de Serge Dorny, el director de la Ópera de Lyon, Britten presenta unos personajes "que tienen una verdad profunda pero ambivalente, que resulta difícil comprenderlos totalmente, que perturban el orden de las cosas, que lo conmocionan y nos conmocionan".

Por ello, Britten es el gran compositor del siglo XX que interpela al espectador, le inquieta, le hace remover en su asiento. ¿Grimes es un pervertido o simplemente un 'outsider' que tiene una visión distinta del mundo y de la vida a la de sus conciudanos? ¿Qué ocurrió entre Quint y los niños Flora y Miles? ¿A qué juega la imaginación de la gobernanta? ¿Qué es más insoportable, la locura de una madre que ha perdido a su hijo o la de un mundo que permite la explotación infantil?

'Peter Grimes' (vista el 15 de abril) es una nueva producción del teatro lionés que firma el japonés Yoshi Oida. Con una gran economía de medios recrea los escenarios donde se desarrolla la obra sin que se pierda el carácter de pueblo o barrio de pesacadores. Solo necesita una barca rota y un fondo de escenario para trasmitir la enorme soledad y el rechazo de una sociedad farisea que Grimes acarrea sobre sus espaldas. Y un simple cabo que se va escuriendo lentamente para anunciar el accidente mortal del segundo aprendiz.

El tenor Alan Oke en el papel protagonista da la exacta medida del personaje. Es un buen conocedor de la obra de Britten de quien también tiene en su repertorio el Aschenbach de 'Muerte en Venecia', además de participar regularmente en el festival de Aldeburgh creado en su día por el propio compositor.

El resto del reparto, empezando por la soprano Michaela Kaune como Ellen Orford, la mujer que quiere salvar a Grimes, y Andrew Foster-Williams como Balsstrode, ofreció una interpretación muy compacta. Cabe destacar el coro que tiene numerosas intervenciones salvadas todas ellas estupendamente. Kazushi Ono, director musical de aquel teatro y a quien pronto veremos en Barcelona como director titular de la OBC condujo a cantantes, coro e instrumentistas con gran maestría, haciendo una lectura muy ajustada del realismo de la obra.

'The turn of the Screw' (vista el 16 de abril) es también una nueva producción del teatro, pero resultó mucho menos estimulante. La dirección escénica corre a cargo de la argentina Valentina Carrasco, colaboradora de La Fura dels Baus ('Le Grand Macabre', por ejemplo). Su punto de partida es muy válido. Entiende, y así lo traslada al escenario, que a medida que avanza la obra una tela de araña lo va envolviendo todo y todos. Pero la red de hilos en los que se van enredando los personajes y las cosas en un escenario muy abierto no consigue trasmitir toda la carga de agobio, de opresión que domina la obra.

Andrew Tortoise (Narrador y Peter Quint), Heather Newhouse (Gobernanta), Katharine Goeldner (Mrs Grose) y Giselle Allen (Miss Jessel), así como la orquesta, dirigida también por Ono, parecían contagiados de esta indefinición.Y fue una lástima, porque un video inicial con imágenes de los niños resultaba muy prometedor.

Otra cosa es 'Curlew River' (vista el 17 de abril), una obra y un montaje de excepción. Lo firma Olivier Py, una de las grandes figuras de la escena francesa que este año dirigirá el Festival de Avignon, y ya se había estrenado en el mismo Lyon, pero en otro teatro en el 2008. Py pone a los pocos músicos en el escenario, en una plataforma elevada y los cantantes, se mueven por tanto arriba como abajo. La transformación de los monjes narradores en actores se realiza a la vista del público.Visualmente, las imágenes que Py crea son de una gran belleza, como la del monje que interpretará el personaje de La loca. En su transformación hacia la 'mater dolorosa' de la historia pasa por ser un Cristo en la escena del desprendimiento.

El tenor Michael Slattery en el papel de La loca, ofreció una conmovedora lección vocal y gestual. Le acompañaban William Dazely (El barquero), Ivan Ludlow (El viajero) y Lukas Jakobski (El abad). Alan Woodbridge, director del coro de la Ópera de Lyon, dirigía el conjunto musical.

En las tres obras aparecen voces infantiles, brevemente en 'Peter Grimes' y 'The Curlew River', y con mayor presencia en 'The turn of the Screw'. Hay que señalar que en todos los casos, los intérpretes infantiles, procedentes de la escolanía del teatro, hicieron unas interpretaciones impecables, con una afinación envidiable.