Editoriales

Las especulaciones sobre Catalunya y la UE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En el agitado y cada vez más tenso  debate político catalán, la cuestión de si una hipotética Catalunya independiente permanecería o no en la Unión Europea se plantea de forma recurrente. No sorprende que sea así, porque se trata probablemente de la duda más trascendental en torno al proceso puesto en marcha hace un año y medio por los soberanistas catalanes. Y la variable de si un Estado catalán formaría parte o no del club europeo se prefigura como decisiva para acabar decantando en uno u otro sentido el voto de gran parte de los ciudadanos en una consulta por lo demás hoy por hoy improbable. Todas las encuestas al respecto lo reflejan: si se fuera a votar con la seguridad de que una Catalunya escindida de España debería iniciar desde cero el proceso de adhesión a la UE como nuevo Estado, el volumen de noes sería muy superior al que habría si hubiera garantías sobre fórmulas puente poco traumáticas y relativamente rápidas. Ayer, la Comisión Europea volvió a reiterar que una Catalunya independiente quedaría automáticamente fuera de la UE. Es la tesis que Bruselas mantiene desde hace unos meses, después de que anteriormente emitiera mensajes de cierta ambigüedad que podían dar pie a pensar que contemporizaba a la espera de que el problema remitiese de intensidad. Este nuevo pronunciamiento europeo es la respuesta al último informe del Consell Assessor per a la Transició Nacional, un organismo atípico creado por el Govern y del que, como suele suceder en estos casos, no cabe esperar dictámenes contrarios a los objetivos de quien lo ha designado. Nadie puede dudar de la solvencia de un jurista como Carles Viver Pi-Sunyer, presidente del CATN, pero sorprende que la principal de sus conclusiones sea que los «criterios políticos» y el «interés económico» llevarían a la UE a tener que aceptar una rápida transición para admitir a Catalunya, venciendo en este caso el posible veto de España. Se trata de una hipótesis muy voluntariosa y optimista, con el mismo déficit de credibilidad que las admoniciones que, desde la otra orilla del conflicto, llegan sobre una exclusión  de Catalunya del concierto europeo «por los siglos de los siglos» si opta por la independencia. No es nada fácil objetivar el debate, pero el deber de los políticos es intentarlo y no dirigirse a los ciudadanos -catalanes o no- con afán de manipulación.