El mal uso de los fondos públicos

Rescatados, pero más hundidos

La salvación por el Estado de autopistas ruinosas es el desenlace de un cúmulo de disparates

JESÚS LÓPEZ-MEDEL

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La idea de salvamento da nombre a dos programas televisivos muy diferentes en contenidos y calidad. Muchos preferimos el Salvados de Jordi Évole, pues responde a la transparencia. Esta virtud no caracteriza precisamente a nuestros dirigentes. Y una manifestación clara de eso son los denominados rescates. En dos años y medio en el poder, el máximo dirigente insiste en que ha salvado a España del rescate. Los salvapatrias, a quienes dejan siempre hundidos es a los españoles. Sí se ha producido ese salvamento, pero solo para los bancos con el eufemismo de «asistencia financiera» mediante fondos europeos, y hay que diferenciar entre quienes se han beneficiado y quienes van a soportar esta situación durante muchos años.

Cuarenta y un mil millones de euros es muchísimo para salvar prioritariamente a un sector donde la irresponsabilidad y la impunidad, con una deficiente gestión y una politización de las cajas de ahorros, clama al cielo. Todo para sanear el sector crediticio. ¡Pobrecitos! Para tapar la porquería de ellos y sus amigos vamos a soportar la devolución de ese préstamo europeo con intereses a base de subidas de impuestos a la clase media y de recortes sociales a los sectores más vulnerables.

Ahora hay otro salvamento: el de las autopistas ruinosas. ¿Quiénes son los beneficiarios? Las grandes empresas constructoras adjudicatarias de unas obras absurdas que obedecían a una gestión política nefasta. Confieso que la ministra Ana Pastor  es, junto con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, de lo poco saludable de este Gobierno, pero debería hacer un ejercicio de transparencia que permitiese que entendiéramos el asunto los ciudadanos que sufrimos la crisis y los duros recortes (ellos lo llaman «reformas»). Pero, claro, eso supone, primero, no repetir que ese rescate no nos va a costar dinero a los españoles, pues no es cierto. Y sobre todo, explicar por qué y cómo se generó tal disparate de unas autopistas de pago paralelas a autovías gratuitas.

La ocurrencia de una clase política derrochadora, pésima gestora y con unos vínculos cercanos a potentes constructoras es lo que ahora volvemos a pagar los ciudadanos. La picaresca es importante. Esas obras, ya inicialmente innecesarias e inviables, fueron diseñadas financieramente para maquillar cuentas presupuestarias. Supuestamente no tendría que soportarlas el gasto público sino que, pagadas las obras por el sector privado, eso se compensaría mediante concesiones a las constructoras, lo que supondría  un coste mayor. Pero detrás estaba la garantía del Estado ante los bancos prestamistas. Si se producían beneficios, serían para las empresas, pero si iba mal -como ha sido- la Administración asumiría una responsabilidad patrimonial. El Estado y las comunidades (sobre todo la de Madrid) impulsaron esas obras en esos momentos de frenesí del ladrillo y cemento.

Todo fue un cúmulo de disparates: la total innecesariedad de tales obras, los cálculos muy errados sobre previsiones de tráfico, la inviabilidad desde su inicio, los grandes sobrecostes al elevarse muchísimo las indemnizaciones por las expropiaciones (el aznarato declaró urbanizable todo el suelo español)... Todo llevaba a este resultado final. Ni en épocas de riqueza artificial habría rentabilidad.

Esto es, sobre todo, lo que hay que explicar. Y alguien debería pedir perdón. Políticamente, los tiempos de Zapatero quedaron atrás, igual que los de Aznar, pero en esos años se sentaron las bases para el actual desastre, sobre todo en la etapa de mayor aparente bonanza. Ahí se mezclaron el frenesí económico, el suflé de la mentira, la irresponsabilidad de muchos gestores y, por supuesto, el gran enriquecimiento y la corrupción favoreciendo a amigos y conocidos que, entre otras cosas, permitieron hacer una caja B con  lo que no se habían repartido ya.

Se diseñó el modelo de las autopistas radiales asumiendo la Administración una responsabilidad si las cosas iban mal, a base de quedarse el Estado (incluso que sea a bajo coste) unas infraestructuras que nunca serán rentables. Además, en la actual etapa son mínimos los gastos de conservación vial. Aunque no actuar habría sido más gravoso para el erario. Hay que decirlo, pues en esta lamentable historia todos perderán algo (constructores y bancos, un poco). Pero, por favor, que no pretendan seguir diciendo que no nos va a costar nada a los españoles: serán como mínimo 2.500 millones. La misma cifra, según Cáritas, con la que se podría haber rescatado a 700.000 familias sin recursos. Luego saneadas por el Estado, las autopistas serán privatizadas. Imagino huyendo por esas autopistas sin salida a los dirigentes que están en el epicentro de la Gürtel y el dinero fácil, a la expresidenta y sus multas, al corrupto del ático, el granado con dinero en Suiza proveniente de Valdemoro, etcétera. ¡Vaya tropa!