Análisis

La puerta sigue estando cerrada

JAVIER PÉREZ ROYO

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La invitación al diálogo y al pacto que formuló hace dos semanas el Tribunal Constitucional coincidiendo en el tiempo con el homenaje nacional a Adolfo Suárez, auténticamente sincero en palabras de Jordi Pujol, había hecho pensar que, aunque no cabía esperar que el Congreso acabara tomando en consideración la proposición de ley remitida por el Parlament, sí era posible que se entreabriera una puerta que permitiera ulteriormente buscar una vía dialogada al encaje de Catalunya en el Estado.

Celebrado el debate, parece que no es así. El presidente del Gobierno no se limitó a exteriorizar los argumentos por los que, en su opinión, no era posible tomar en consideración la proposición del Parlament, sino que además hizo un análisis político del estado de la constitución territorial del país, en el que no advirtió que fuera precisa ningún tipo de reforma. Las cosas están bien como están y las quejas carecen de fundamentación objetiva y razonable.

Para Mariano Rajoy, no hay ni un solo argumento del nacionalismo catalán que deba ser atendido. Los términos en los que se expresó sobre el discurso político del nacionalismo catalán no pudieron ser más tajantemente excluyentes. No es que no se hiciera ninguna concesión, que aún puede entenderse, sino que no hubo siquiera la más mínima comprensión. En el mismo tono se expresó el portavoz del PP en su intervención de cierre. La referencia a la reforma constitucional que hizo el presidente del Gobierno en la parte final de su intervención sonó a hueca, como sonó a hueca la apelación final al diálogo del portavoz popular. El contraste entre el discurso de Mariano Rajoy y el de Alfredo Pérez Rubalcaba no pudo ser más notorio.

«Sin novedad en el frente», fueron los términos en los que resumió el debate la portavoz de Nafarroa Bai. Me temo que acertó.