PSC, 'ne me quitte pas'

JOAN IGNASI ELENA

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El día 8 de abril se debate y vota en el Congreso de los Diputados la propuesta del Parlament de Catalunya para delegar a la Generalitat de Catalunya la competencia para autorizar, convocar y celebrar un referendo consultivo para que los catalanes y catalanas se pronuncien sobre el futuro político colectivo de Catalunya.

Una propuesta que apuesta por un referendo legal y acordado y que tiene el apoyo de una inmensa mayoría del Parlament y de la ciudadanía de Catalunya.

No hablamos de declaraciones unilaterales de independencia, ni de vulnerar la Constitución, ni de enfrentamiento, ni ninguna deriva extraña. Es simplemente una petición democrática, en el marco de la legislación vigente y que depende única y exclusivamente de la voluntad política.

Es por eso que miembros del colectivo Avancem! asistirán al debate parlamentario. Para expresar el apoyo de miles de socialistas catalanes a esta iniciativa que es la expresión de un sentimiento mayoritario del pueblo de Catalunya y en particular de la izquierda. La defensa del derecho a decidir ocupa hoy la centralidad del catalanismo político. Y es aquí donde siempre ha estado el PSC, un espacio que nunca tiene que abandonar y que a bien seguro no lo haremos la mayoría de socialistas catalanes. Estar allí donde ha estado siempre el PSC. Esta es la vocación de nuestra presencia en Madrid el día 8 de abril.

Conocemos desgraciadamente cuál será posición del presidente el Gobierno y del partido que le apoya. Hacer como que llueve, negar la evidencia e ignorar la realidad. Hacer proclamas apocalípticas sobre los males que este proceso provocará y alertar con todo tipo de represalias. Tienen que saber que aquí y por todas partes, y hoy, ayer y siempre, la ilusión de un pueblo no se para con amenazas ni coacciones. Cuando la ley está al servicio del inmovilismo, se convierte en dogma. Y ya Andreu Nin nos enseñó que a la gente de izquierdas, ningún dogma nos para.

Lo que realmente tiene más interés, es si el principal partido de la oposición y de la izquierda española afrontará la realidad y ofrecerá una mirada diferente. Si abre perspectivas de entendimiento real, y si en la hipótesis de un eventual cambio de mayorías en España, se pueden prever espacios para el acuerdo, para un nuevo comienzo.

Desde esta perspectiva la oferta de una reforma federal de la Constitución es una opción legítima. Justo es decir que para una parte importante de ciudadanos llega tarde, pero puede ser escuchada con atención por sectores que valoran hoy apoyar a la opción de la independencia ante la carencia de alternativas reales.

Dicho esto, la propuesta federal no puede ser solo un brindis al solo, como lo ha sido hasta ahora. Hace falta que se concrete y se dibuje de forma bilateral con Catalunya. Y requiere de un elemento inexcusable, la aceptación por parte del socialismo español del derecho a decidir del pueblo de Catalunya. Sin esta condición necesaria, ninguna propuesta que se formule podrá tener la credibilidad que el momento requiere.

Se puede hablar de los tiempos, de la pregunta, de formas, pero no del derecho del pueblo de Catalunya a decidir su futuro colectivo.

No se me escapa que no es fácil hacer este planteamiento. La actitud irresponsable y ferozmente españolista de la derecha política, social, cultural y religiosa, genera un vértigo comprensible. Pero solo desde esta valentía política se puede encontrar una solución en los términos que a la mayoría de los catalanes y españoles los convendría.

Si el socialismo español no asume esta responsabilidad y se desacompleja, si no lidera un discurso de una España diferente y abandona el seguidismo matizado, sino se atreve a enfrentarse ideológicamente al nacionalismo español y contrapone otro modelo, la relación entre Catalunya y España, como la hemos entendido estos últimos años, se dirige a un punto y final. Pero es más, si no lo hace, difícilmente volverá a conectar con las nuevas generaciones de una izquierda española que este discurso antiguo y zafio del nacionalismo español de la derecha le resulta fuera de época.

Hay en juego para el socialismo español algo más en este debate. Y para el socialismo catalán. No solo si puede y quiere ser útil para canalizar un inequívoco deseo de cambio real de las relaciones Catalunya y España. A la vez tiene que demostrar si tiene un proyecto para unos nuevos tiempos que ya están aquí, donde una mayoría de la sociedad, en Catalunya y en España, quieren superar un inmovilismo y un 'statu quo' que ha gobernado desde ya hace demasiado tiempo. De la capacidad de liderar este nuevo comienzo en el ámbito territorial, pero también en el económico, democrático y social, depende el futuro tanto del PSC como del PSOE. Y no queda tiempo. Ni para movimientos erráticos a la busca de la foto exprés y fácil, ni por acuerdos antinatura que lo único que consiguen es atribular ideológicamente aún más a nuestros electores.

El día 8 de abril tiene que haber un mensaje claro desde el socialismo español. Nítido y esperanzador. Una negativa al derecho a decidir como las que hemos oído hasta el día de hoy, abrirá la puerta definitivamente a un proceso no deseado pero irreversible a corto plazo. Y situará al PSC en la necesidad de hacer un tumbo definitivo en las relaciones con el PSOE. Si no es así, mucha gente puede empezar a tener la sensación de que el socialismo catalán abandona en buena medida su gran reto fundacional: un proyecto para Catalunya. Que abandonamos a sus ciudadanos y ciudadanas, que pueden tristemente empezar a relacionarnos mentalmente con una gran canción francesa: 'Ne me quitte pas'. Una canción que como decía Jacques Brel, su autor nacido un 8 de abril, no es una canción de amor, sino una canción sobre la cobardía de los hombres.