¿Cómo se mide la pobreza?

JUANCHO DUMALL

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La agria reacción del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, al ser preguntado el viernes por el informe de Cáritas sobre la pobreza infantil en Europa, que deja a España en muy mal lugar (solo Rumanía estaría peor) pone sobre la mesa una cuestión de enorme interés: la contradicción entre los indicadores macroeconómicos, que apuntan hacia una recuperación de la economía española, y una realidad social desoladora pero difícil de medir con métodos estadísticos al uso. El ministro descalificó el ránking establecido por la oenegé más importante de la Iglesia Católica con el argumento de que, al tener España mayor renta media que otros países, las cifras relacionadas con el umbral de la pobreza relativa salen distorsionadas.

Sin duda, es un argumento. Pero el quid de la cuestión no está en las técnicas demoscópicas, ni en si los pobres griegos son más pobres que los pobres españoles o que los pobres búlgaros, sino en poner de manifiesto que en una sociedad compleja y con las desigualdades en aumento pueden coexistir, y coexisten, algunos buenos datos económicos (sube la bolsa, baja la prima de riesgo, se frena la destrucción de empleo...) con un drama social sumergido y del que organizaciones como Cáritas son muy conscientes.

Demagogia relativa

El ministro se mostró especialmente molesto con la comparación hecha por los portavoces de Cáritas que presentaron el estudio entre el coste para el Estado del rescate de las autopistas de peaje fallidas y el que supondría paliar la situación de las 700.000 familias que, según la EPA, tienen a todos sus miembros en paro y sin subsidios. «No se deben mezclar conceptos», dijo Montoro. De acuerdo, pero él mismo lo hizo cuando, a continuación, dijo que la quiebra de las autopistas supondría un coste de 3.600 millones en un año que se restarían de las políticas para la cohesión social.

Cualquier comparación puede resultar demagógica, pero no le debería sorprender al ministro que en la sociedad civil se hagan cálculos del dinero público destinado a unas y otras necesidades, porque la sensación es que la pobreza no es una prioridad de los gobiernos.