El nuevo ejercicio del poder

La política disruptiva

Hoy los liderazgos deben desarrollarse de forma diferente: hay que saber preguntar más que responder

ERNEST BENACH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Una conversación entre Mònica Terribas y Alfons Cornella en El matí de Catalunya Ràdio vertió en las ondas el concepto de economía disruptiva. El presidente de Infonomia lo definía como la capacidad de romper las reglas de juego de un sector buscando más eficiencia y una nueva prestación de servicios. Un ejemplo curioso era el de una aplicación para smartphone que ofrece un servicio de planificación de coches particulares para hacer trayectos en común. Una clara competencia a los taxis, y también al transporte público, basada en la autoorganización de la gente. En definitiva, Cornella estaba diciendo que en el mundo empresarial, en la economía, ahora hay una serie de empresas que rompen normas y plantean soluciones y alternativas desde una óptica radicalmente distinta de la de los esquemas clásicos de un determinado sector, o incluso de aquellos conceptos básicos y sagrados de la economía. Y aquí la innovación, la capacidad de arriesgar y la visión en perspectiva ayudan tanto como la crisis económica, que facilita aún más esta capacidad de arriesgar que representa cualquier innovación.

El concepto de innovación disruptiva está presente en otros foros. A veces una innovación radical que rompe el paradigma anterior y obliga a la industria a cambiar sus esquemas y adaptarse o desaparecer es una innovación disruptiva. Un ejemplo claro sería el paso de los teléfonos fijos a los móviles. Los primeros móviles, a pesar de tener pocas prestaciones, poca cobertura, baterías cortas, etcétera, en poco tiempo conquistaron el mercado. Hoy ya no hay discusión de cuál  es la industria emergente y consolidada. Como también podríamos hablar de la educación disruptiva: está claro que las nuevas tecnologías y las plataformas digitales están revolucionando -y solo estamos al principio- la manera de aprender en las aulas, desde los párvulos hasta la universidad.

ANTE TODO ESTO, la pregunta es obligada: ¿existe la política disruptiva? Pues sí existe, y ya se han hecho aproximaciones a un concepto que todavía está en pañales y debe evolucionar. La sociedad está cambiando a marchas forzadas. El tiempo de tomar decisiones se ha acortado y los protagonistas que las toman también empiezan a cambiar. Y aquí es donde me vienen a la cabeza unos cuantos ejemplos -quizá mejor sería hablar de síntomas-  de política disruptiva que se producen en todo el mundo. De hecho, el propio Obama y su utilización de las nuevas tecnologías en campaña podría ser un ejemplo de esta definición, aunque después el presidente de EEUU se sale muy poco del guion clásico. También lo pensé cuando leí que el nuevo primer ministro italiano, tras  viaje a Roma para la ronda de consultas con el presidente de la República, volvió en tren y sin escolta, como un ciudadano más, a su casa de Florencia. Y esto ocurrió en Italia, un país que cuida de manera extrema su protocolo y sus cargos públicos.

Ciertamente, algo está cambiando en la forma de hacer política en muchos lugares y en ámbitos muy diversos. Por lo tanto, en la política disruptiva, como concepto, tendrá mucho que ver todo lo que acompaña a la política. Para empezar, los liderazgos. Así, hoy es evidente que a pesar de que los liderazgos son necesarios, indispensables, hay que entender que deben ejercerse de manera diferente. Hay que repensar cómo se lidera. Y no me refiero solo a aquella quimera, que ya empieza a ser un tópico, sobre los liderazgos compartidos, sino más bien a la capacidad que todos tenemos de convertirnos en líderes para transformar lo que nos rodea, la sociedad que nos acoge, el mundo donde vivimos. Nuevas formas de entender y ejercer el liderazgo intervendrán sin duda para provocar esta disrupción de la política.

EXPERTOS VARIOS apuntan a que estamos en un mundo donde los líderes tienen que saber preguntar más que responder, y también que los liderazgos deben basarse más en conectar personas que en imponer criterios. Incluso hay quien afirma que los líderes, hoy, deben ser capaces de movilizar emociones. ¿Liderazgos disruptivos para una política disruptiva quizá? Y también podríamos hablar de la política 2.0 como elemento clave en la disrupción de la política, o de cómo esta política disruptiva afectaría a elementos tan ligados a la política, en su concepción más clásica, como el protocolo, la seguridad, la relación con los medios de comunicación, la transparencia o la opacidad (depende desde donde se mire ).

Curiosamente, en Catalunya estamos a las puertas de hacer uno de los actos más importantes de política disruptiva que se habrá hecho en el mundo entero, que no es otro que votar, a pesar de todo, para decidir nuestro futuro. Votar para provocar cambios de fondo en un mundo que los reclama.