La memoria histórica

Machado y 'La maleta mexicana'

Los restos del poeta no deben volver a España hasta que se investiguen los crímenes del franquismo

IAN GIBSON

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Se acaban de cumplir los 75 años de la muerte en Collioure de Antonio Machado. Hay quienes reivindican el retorno de sus restos a España. Entre  ellos el actual consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, que ha hecho votos porque vuelvan específicamente a Sevilla, su ciudad natal.

No soy de los que abogan por tal regreso. En Collioure los Machado recibieron un trato generoso por parte de los ribereños. Hoy la tumba que comparten madre e hijo, cedida y dignamente mantenida por las autoridades locales, es objeto de constantes visitas, entre ellas las de grupos escolares españoles procedentes de los más variados rincones del país. Tales peregrinajes tienen un alto valor didáctico. Son la  garantía de que no se olviden las circunstancias en las que llegó al final del camino no solo el autor de las Soledades Campos de Castilla sino el columnista republicano que, en sus artículos de guerra, denunció una y otra vez, hasta el último momento, la vil traición, y la cobardía, que suponían, por parte de los gobiernos de Gran Bretaña y sobre todo de Francia, el pacto de no intervención.

Un bloguista argentino acaba de comentar este asunto y disfruta imaginando lo que podría ser la vuelta de los restos del poeta a España: «Le harán un parque temático y, tal y como funciona la amnesia colectiva, dentro de 50 años nadie sabrá que Machado tuvo que morir en Francia, en plena huida. Es mejor que las generaciones futuras sepan cómo trata España a esos genios...» (la referencia va también por Lorca). Así se ve el asunto fuera. Estoy de acuerdo.

No muy lejos de Collioure se encuentra Argelès-sur-mer, donde, en febrero de 1939, en una playa convertida en infecto campo de concentración, se hacinaban unos 100.000 españoles que huían de la represión fascista. Los Machado tuvieron suerte al no ser llevados allí. El otro día el escritor mexicano Jordi Soler, hijo de exiliados, recordaba con indignación las espantosas condiciones existentes en «ese gran corral a la intemperie» donde no había ni barracas, ni letrinas, ni apenas comida ni agua, con vientos helados y temperaturas nocturnas que bajaban hasta menos 10 grados centígrados (fue un invierno crudísimo). Por otras fuentes sabemos que allí murieron unos 15.000 desterrados españoles de enfermedades, hambre y frío.

HACE ALGUNOS años, según recoge Soler -yo no lo sabía- el alcalde de Argelès, hijo de uno de los presos, erigió una lápida en homenaje a aquella muchedumbre ultrajada. La inscripción termina así: «Su desgracia: haber luchado para defender la democracia y la república contra el fascismo en España de 1936 a 1939. Hombre libre, acuérdate».

¿Acuérdate? En la España de hoy los herederos del franquismo nos aconsejan todo lo contrario: hay que olvidar, hay que mirar hacia el futuro, no «remover» el pasado. Por ello me tomo la libertad de recomendar, para quien no lo conozca, un documental que me acaba de impactar profundamente. No pretendo haber descubierto el Mediterráneo: la película estaba allí. Pero no la conocía. Ahora tengo el DVD. Mejor tarde que nunca.

La maleta mexicana (2011), con guión y dirección de Trisha Ziff, narra la odisea y la búsqueda de la que, localizada finalmente en México en el 2007, contenía las 4.500 negativos «perdidos» de la guerra civil debidos a los hoy míticos Robert CapaDavid Chim Seymour Gerda Tato: tres héroes que lucharon con cámara en vez de fusil y a menudo bajo las balas (Tato perdió la vida en Brunete). Entremezclando fotos de los tres con testimonios muy esclarecedores y, como leitmotiv narrativo, la exhumación de una fosa común en Rubielos de Mora (Teruel), no conozco ningún documental sobre la «memoria histórica» de la contienda española tan conmovedor, tan enjundioso, tan bien hecho y tan rabiosamente «actual». Debería de haber una copia en cada colegio de la nación.

ENTRE LOS testimonios hay unos estremecedores de supervivientes de Argelès. Y la película alcanza cotas de máxima emoción al contar cómo llegó hasta allí la generosa oferta de ayuda por parte de México, gracias al admirable presidente Cárdenas, ayuda concretada en el envío del buque Sinaia y el rescate de unos 2.000 republicanos. Entre ellos, casi milagrosamente, los negativos de la maleta luego extraviada.

La moraleja de la película de Ziff es explícita: si el Estado español sigue negándose a investigar los crímenes del franquismo este país nunca tendrá un futuro digno. Con 130.000 víctimas de la represión franquista todavía en cunetas, España, hoy, está provocando el estupor, y me temo que el desdén, de la comunidad democrática internacional. Por lo menos que Machado se quede en Francia.