En defensa de los municipios de Catalunya

JOAN MORA

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Uno de los errores de la socialdemocracia que se cobija bajo las siglas del PSC ha sido aceptar la dicotomía entre lo nacional y lo social , ignorando --y rechazando, de hecho-- el patrimonio de aquellos que en la lucha antifranquista supieron sumar las dos cuestiones en un único proyecto político. La socialdemocracia española durante la Transición, emprendió otro camino como consecuencia de las presiones de los poderes fácticos que los llevó a defender lo contrario de lo que habían dicho, pensado y escrito en sus programas políticos --el 27º Congreso del PSOE de 1976 propugnaba el libre ejercicio del derecho a la autodeterminación de los pueblos del estado Español--. Con el paso de los años, este cambio de posicionamiento ha llevado a la actual parálisis constitucional en plena crisis económica, social y territorial que paradójicamente favorece el impulso ultra derechista de los sectores más conservadores.

No se entiende, pues, que haya en Catalunya quién todavía postule esta misma dicotomía, y además lo haga en el terreno municipal, hablando de un municipalismo identitario versus un municipalismo social, que justificaría teóricamente la existencia de la división en dos organizaciones del municipalismo catalán. Es esta una visión antigua y maniquea, que está alejada de la realidad. Son los defensores de la recentralización los mismos que pretenden desmontar las conquistas sociales de la sociedad del bienestar sustrayendo a los municipios las competencias más directamente relacionadas con este ámbito. La situación de indefensión que ha provocado la reforma local protagonizada por el PP, con el acuerdo y asentimiento de la actual directiva de la Federación Española de Municipios y Provincias es la que permite solicitar la suspensión de relaciones con un ente que es el actual refugio de los nuevos centralizadores y del conservadurismo social más rancio.

La mayoría de los electos locales catalanes que militan en partidos de larga tradición democrática, aceptan que el municipalismo tiene como base principal el servicio a la ciudadanía y la defensa de la autonomía local ante el resto de las administraciones territoriales. Son los que defienden medidas que permitan la reforma del sistema de financiación local y que disminuya la desafección de la ciudadanía, proponiendo cambios en el sistema de representación y en las formas de participación. Pero parece un auténtico contrasentido hacer esta afirmación y a la vez mostrarse incómodo con el posible ejercicio del derecho a decidir de nuestro pueblo, que sería la máxima expresión de la radicalidad democrática que se pregona. Denunciar esta incoherencia, no tiene nada que ver con un supuesto tacticismo de vuelo gallináceo, sino que es la expresión de un nuevo municipalismo catalán que debe convertirse en una institución clave del futuro nuevo estado catalán del bienestar, que debe evitar la dicotomía entre lo social y lo nacional que algunos, alejados del actual latido de la historia, tobavía predican.