¿Barcelona se mueve?
Verónica Fumanal Callau
Especialista en comunicación política.
Desde que a finales del mes de diciembre el Ayuntamiento de Barcelona anunciara el aumento de las tarifas del transporte público, las manifestaciones de usuarios no han cesado. Corte de líneas, altercados en las estaciones, apertura de barreras... son solo algunas de las movilizaciones que intentan presionar a Xavier Trias para que recapacite su decisión y congele las tarifas. El alcalde convergente, que el pasado 24 de diciembre anunció que las tarifas subían muy por encima de la inflación, excusó la subida de precios con un argumento que, por recurrente, no deja de resultar cómodo: la culpa la tiene Madrid.
La deuda acumulada por TMB ronda los 500 millones de euros, una cifra que parece poco subsanable a pesar del aumento de las tarifas. Sin embargo, la filosofía ideológica planea sobre el argumento esgrimido por el alcalde de Barcelona: ¿el transporte público debe ser un derecho para los barceloneses, sí o no? ¿Los servicios públicos deben ser rentables, sí o no? Y este es el debate que subyace de fondo.
Xavier Trias nos tiene acostumbrados a expresiones como "'això és una bogeria'", y en esos términos se refirió a la política de endeudamiento de los anteriores gobiernos respecto TMB, unas declaraciones que remató apuntando que si alguien pensaba que la finalización de la Línea 9 del metro no costaba dinero es que estaba en la luna. 'Bogeria', la luna… lo que parece una locura es aumentar el precio del transporte público en plena crisis económica, cuando tus índices de contaminación son de gravedad considerable y cuando, además, decides privatizar los párkings más rentables del Ayuntamiento de Barcelona. La verdad, no sé quien está en la luna.
¿Barcelona se mueve? El alcalde Trías ha anunciado que se reunirá con el ministro Montoro y la ministra Pastor esta misma semana para tratar los temas de infraestructuras de Barcelona (TMB, aeropuerto, L9), una reunión que ya anunció el mismo 24 de diciembre, con el aumento de las tarifas. Casi dos meses han pasado desde esas declaraciones, mientras en las estaciones de metro la Barcelona de la crisis se mueve por defender sus derechos, la Barcelona institucional se mueve más bien poco por defender los intereses de la ciudad.
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