Los efectos de la crisis

La infancia, clave para nuestro futuro

Ante problemas graves como el de los niños malnutridos hacen falta acciones y no declaraciones

ÀLEX CASTILLO

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Este mes hemos asistido a dos noticias de signo contrario sobre la alimentación infantil. Por un lado, el Departament d'Ensenyament ha declarado finalizado el largo e interminable (más de 150 días en muchos casos) proceso de adjudicación de becas comedor de este curso, con unas cifras más altas que el curso anterior. En sentido contrario, el Departament de Salut ha hecho públicos unos datos sobre niños malnutridos tras negar el verano pasado, en una agria polémica con el Síndic, que hubiera tal problema en Catalunya. Finalmente, el mismo conseller ha negado los datos de su conselleria con argumentos pobres y poco elaborados.

Más allá de estas dos noticias, la pobreza infantil sigue siendo uno de los grandes problemas que la actual crisis ha puesto sobre la mesa, porque la ha incrementado mucho más allá de lo que una sociedad avanzada y democrática puede permitirse. Un 26% de la población infantil en riesgo de exclusión social no es para tomárselo a la ligera ni para practicar el negacionismo sistemático. Que tengamos 660 casos de niños con malnutrición motivada directamente por las carencias económicas de sus familias es un hecho concreto que nos debería hacer reflexionar mucho más allá de buscar culpables o eludir responsabilidades. Este es un problema de país y afecta a toda la sociedad catalana. Quien no se sienta llamado a resolverlo no merece ser un representante público de Catalunya. Desgraciadamente, el debate sobre la pobreza infantil está viciado de culpabilidades e inocencias más que construido sobre proyectos y soluciones.

Para superar la situación actual hay que tener claras unas líneas de trabajo. Primera: hay que invertir en la infancia porque es una inversión en futuro. Sin niños no tendremos futuro como sociedad. ¿Quién pagará nuestras pensiones?, por poner un ejemplo práctico. Segunda: la Administración debe trabajar de manera coordinada para poder ser efectiva. Hacen falta políticas orquestadas, consensuadas y coherentes, hacen falta acciones y no declaraciones. Es necesaria la implicación de las máximas autoridades del país, y no las excusas de consellers enfangados en su propia inoperancia. Tercera: no podemos dejar de lado a las personas afectadas en el diseño de las políticas de pobreza e inclusión social. Somos una sociedad democrática, y si hacemos políticas para las personas debemos saber qué quieren estas personas. Ser pobre no es sinónimo de ser ignorante, de la misma manera que ser rico u ostentar un cargo no es sinónimo de ser inteligente. Los derechos de ciudadanía no se pierden aunque se pierda el patrimonio y la renta.

Como punto final, hay que tener presente que si no ha habido un estallido social en Catalunya es porque las entidades del tercer sector han jugado un papel determinante para cubrir todos aquellos espacios que la Administración ha ido abandonando. Por tanto, las entidades, entre las que figuran las AMPA, deben ser escuchadas con atención. Presidente de la Federació d'Associacions de Mares i Pares d'Alumnes de Catalunya.