La situación en los Balcanes

Algo pasa en Bosnia

El efecto del Tratado de Dayton y la crisis han deteriorado gravemente la política y la economía del país

BOBAN MINIC

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Los ciudadanos han salido a las calles de Bosnia-Herzegovina. Miles de personas protestan, se pelean con la policía, queman edificios públicos. Arde la sede de la presidencia del país en Sarajevo, igual que las sedes de gobiernos municipales y comarcales en decenas de ciudades. Se multiplican las dimisiones de políticos. Se piden las del presidente, el Parlamento y el Gobierno y la formación de un Ejecutivo técnico hasta las nuevas elecciones. ¿Qué pasa en Bosnia?

Hay que volver la vista 20 años atrás. Bosnia pagó un precio muy alto por la disolución de la antigua Yugoslavia. La guerra de secesión provocó unos 100.000 muertos y la destrucción generalizada de bienes materiales. Si los daños provocados por la guerra en toda la región sumaron unos 100.000 millones de euros, las pérdidas de Bosnia-Herzegovina alcanzaron 70.000 millones.

El Tratado de Dayton, de noviembre de 1995, acabó la guerra, pero la Constitución de Bosnia, aprobada en uno de sus anexos, condicionó el futuro del país. Dos instituciones (la República de los serbobosnios y la Federación croato-musulmana), formadas en base al principio étnico, y muchos niveles del poder que gastan casi todo el presupuesto hicieron de Bosnia-Herzegovina un país que vive en una crisis política permanente. A ello se añadió la crisis económica, que tiene su origen en la crisis mundial pero también en la ineficacia interna, unas privatizaciones escandalosas, una corrupción sin precedentes y la apatía generalizada del pueblo.

Parece que los bosnios despiertan del letargo. La revuelta empezó en Tuzla, el centro industrial del norte del país, que en la última privatización perdió la mayor parte de su potencial económico. Las grandes empresas de la época de Yugoslavia fueron privatizadas o regaladas a los emprendedores de los partidos políticos, que sacaron de ellas lo que pudieron y las cerraron. En las pocas que aún funcionan hay trabajadores que no han cobrado ni un euro durante más de 50 meses. Las protestas de Tuzla fueron una señal para otras ciudades, especialmente Sarajevo, donde los disturbios se convirtieron en una batalla campal, con centenares de heridos y grandes daños materiales.

¿Podrán estas protestas cambiar la situación en Bosnia? Es difícil responder. Los políticos bosnios ni siquiera ven que las protestas se dirigen contra ellos e intentan sumarse y mostrar apoyo a los manifestantes. Igual que los políticos de la UE, que señalan a sus homólogos bosnios como únicos culpables.

«La UE debería asumir enseguida sus obligaciones. Según el Tratado de Dayton, la comunidad internacional todavía tiene una gran responsabilidad en Bosnia. Se tienen que aplicar las medidas ya aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU. No se puede repetir que la única responsabilidad es de los políticos bosnios, nosotros hemos contribuido a esta situación casi ingobernable», dice el exalto representante de la comunidad internacional en Bosnia Christian Schwarz Schilling.

Como siempre (el último ejemplo es Ucrania), la UE reacciona solo cuando el problema estalla y cuando ya es muy difícil enmendarlo. Lo reconoce la eurodiputada Doris Pack, que casualmente estos días está en Sarajevo: «Aunque el desarrollo de los acontecimientos se podía esperar, Bruselas está sorprendida por sus dimensiones».

Es curioso que en la República Srpska, con los mismos problemas que la federación, las protestas son esporádicas. Sus líderes han convencido a los ciudadanos de que la revuelta tiene un trasfondo político y que la intención de los instigadores (bosniomusulmanes) es trasladarla y desestabilizar la entidad serbobosnia. «Tengo miedo de que algunas fuerzas oscuras se aprovechen de la situación para despertar los fantasmas del pasado: el nacionalismo, el revanchismo, el racismo, la guerra», dice Dusko Vejnovic, sociólogo de Banjaluka, la capital serbobosnia.

Es significativa (y sospechosa) la visita del primer ministro croata, Zoran Milanovic, a Herzegovina, donde los bosniocroatas son mayoría. También la inesperada reunión en Belgrado entre Aleksandar Vucic, viceprimer ministro de Serbia, y los líderes serbobosnios en Sarajevo, que se interpreta como una clara intromisión de Serbia en los asuntos internos de Bosnia. Parece que el único optimista es el eurodiputado Jelko Kacin, que ve en las protestas un paso de Bosnia hacia la UE. El actual alto representante, Valentin Inzko, ha anunciado una reunión urgente de la UE en la que se debería valorar la situación y la necesidad de enviar tropas tropas de la UE.

Algo (gordo) pasa en Bosnia. Por el momento, es absolutamente imposible saber si los cambios que traerá el futuro serán positivos o negativos.