La evolución de La Habana

Raúl Castro lleva a Cuba al mundo

Los intentos de seguir marginando a la isla de las relaciones internacionales son un anacronismo

CARLOS CARNICERO

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El reloj en Cuba es de arena; cadencia lenta, piquera controlada. Pero los plazos empiezan a ser inescrutables. En febrero del 2018, Raúl Castro abandonará la presidencia del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, tal como se comprometió en su última reelección, en febrero del 2013. Cuba tendrá un presidente que no se apellidará Castro.

Raúl Castro, vestido con saco azul marino, ha pisado el acelerador con la reciente cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) celebrada en La Habana. Un éxito político y diplomático que puede calificarse de histórico y que reintroduce a Cuba, con un protagonismo destacado, en la política hemisférica después de 50 años de aislamiento paulatinamente reducido. Cualquier intento de seguir marginando a Cuba en las relaciones internacionales es un anacronismo insoportable. La Celac ha devorado a sus dos organismos competidores: las cumbres iberoamericanas y la OEA (Organización de Estados Americanos), de donde  Cuba está excluida por imposición de EEUU. En el horizonte inmediato está la normalización de las relaciones de la UE con Cuba tras el cambio de política impulsado por el Gobierno de José María Aznar. 

Todavía hay pocas pistas sobre la sucesión. El mejor colocado es un profesor universitario y gestor con fama de eficaz, Miguel Díaz-Canel, de 53 años, que ha desplazado a los dirigentes de la generación histórica. Díaz-Canel todavía es un misterio. De perfil bajo, como mandan los antecedentes de quienes sacaron pecho y salieron abrasados, no es un político nato ni un orador carismático, y tiene más aire de profesor universitario.

La presidencia cubana pro tempore de la Celac ha aflojado la radicalidad de su política exterior en un giro hacia el pragmatismo. Y los cambios de los últimos tres años en la política económica interna  son un factor importante en la apertura cubana al exterior. Se tramitan cooperativas agrícolas, industriales, de construcción y de servicios. Se ha pasado de 160.000 negocios privados registrados a finales del 2011 a los 445.000 actuales. Se nota en las calles de La Habana. Han desaparecido las limitaciones para adquirir vivienda en régimen de mercado, se ha autorizado la compra de automóviles, aunque a precios astronómicos, y la fiscalidad ha hecho su aparición como contrapeso necesario de la incipiente libertad económica.

No hay estrés en los cambios. En marzo está prevista la nueva ley de inversiones, pero no hay ningún rumor sobre su alcance. La producción agrícola no se desborda pese al reparto de tierras; espera que se formalicen créditos y mecanismos de compra de fertilizantes y maquinaria por los agricultores privados. La inauguración de la primera fase del puerto del Mariel, a 20 kilómetros de La Habana, por la presidenta de Brasil y Raúl Castro ha dejado atónitos a los empresarios y periodistas extranjeros. Es uno de los puertos más modernos del mundo y tiene capacidad para el atraque de los buques postpanamax. Una inversión, financiada por Brasil, de más de 800 millones de euros.

Hay mucha tarea pendiente sin que se haya localizado en el mapa de los cambios la estación término del socialismo cubano. El reto más urgente no es el déficit democrático; no hay tradición de partidos en la historia reciente y el monolitismo político, a la sombra de China y Vietnam, no es un obstáculo para la apertura de Cuba al mundo. Ni un solo reproche al régimen de partido único por ningún mandatario en la cumbre de la Celac.

LA GRAN asignatura pendiente es la normalización de las relaciones con EEUU. Se trabaja con la Administración de Obama con discreción y sin premura. El saludo de Obama y Castro en las exequias de Mandela no ha tenido lecturas derivadas. Y el tiempo, 55 años, también discurre despacio en ese contencioso, hijo póstumo de la guerra fría. Un anacronismo histórico que no durará, en todo caso, mucho más allá del día en que se produzca el relevo en la jefatura del Estado cubano. Las fotos de Fidel Castro en su entrevista con el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, han sido una patada en el hígado de la política norteamericana hacia Cuba. Y el secretario de la ONU no hizo ningún matiz en sus alabanzas a los cambios introducidos por Raúl Castro.

No falta tanto para febrero del 2018 y Raúl tiene la agenda llena de anotaciones secretas que tal vez solo comparte con su hermano Fidel. Lo que parece impensable es que la desaparición de los Castro de la primera línea no coincida con un esquema desarrollado de lo que será el socialismo cubano del siglo XXI. El superpuerto de Mariel se llenará de contenido y la economía tendrá que despegar.