La ley del aborto

Mucho más que parir

Lo que se debate con el cambio legislativo no es la maternidad, sino la eliminación de una libertad

MARINA SUBIRATS

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La inoportuna iniciativa del señor Gallardón nos obliga a volver al debate sobre el aborto, el derecho a la vida, los derechos de las mujeres al propio cuerpo, a decidir. Temas que sería necesario poder debatir para componer una mirada de futuro, y no de pasado, como está sucediendo. Una mirada que nos permitiera entender que significa la maternidad en una sociedad donde las personas pueden tener un cierto control sobre su vida, sobre su deseo, sobre su familia. Por primera vez en la historia, desde hace varios años ser madre ya no es un hecho estrictamente natural, que dependa de un instinto, el de reproducción, ayudado del potente cebo de la sexualidad. Hoy, afortunadamente, podemos controlar los embarazos y desatar la sexualidad de la reproducción -bien, mientras no se nos prohíba, claro, que todo puede llegar-. ¡Maravilloso! Por fin tenemos algo de poder sobre nuestra capacidad reproductiva, y cabe preguntarse qué queremos y qué no, y qué implica tener criaturas.

Y es así como aparece un punto de vista muy diferente: la maternidad se convierte en un proyecto humano. Los animales se reproducen por instinto, y el vínculo entre generaciones se rompe deprisa; reproducir la vida humana es mucho más complejo. Los pocos casos que se conocen de criaturas salvajes muestran que no se llega a la condición humana si no hay alguien que transmita no solo la vida, sino la vida humana, cada vez más alejada del instinto. Ser una persona solo se consigue si alguien no solamente nos ha parido, sino que nos ha amado, ha cuidado de nosotros, ha velado nuestros pasos durante un montón de años, nos ha traspasado una lengua, unas normas, la pertenencia a una familia, a un grupo social, a unas tradiciones, a un país. Si alguien nos ha transmitido el gusto por el conocimiento, por el trabajo, por la solidaridad. Si alguien nos ha enseñado a amar, a dar un sentido a la vida. Si alguien ha vertido totalmente para convertir el animal recién nacido en un ser social.

Sin este cuidado, esta transmisión, la vida difícilmente llega al nivel de lo que podemos considerar humano. Vemos a menudo personas que no han podido disfrutar, si alguien las ha parido, pero después, no les han dado lo que necesitaban para vivir una vida digna. El resultado es la marginación, el sufrimiento, la dependencia, la enfermedad, a menudo. ¿Es esta la vida que debe darse, es este el derecho que tiene el nasciturus, la vida que le quiere garantizar, a toda costa, el ministro Gallardón, incluso si no existen las condiciones para alcanzarla?

Es terrible comprobar que la Iglesia católica, que teóricamente ve los seres humanos como seres superiores, poseedores de un alma inmortal, concibe el nacimiento como un hecho puramente animal. ¿Te has quedado embarazada? ¡Pues toca parir! Y esto se llama defensa de la vida sin tener presente que dar la vida exige un compromiso, implica mucho más que un hecho tan errático como una relación sexual. Si no existe esta voluntad no se está ofreciendo realmente una vida digna, se está gestando una criatura que tendrá que vivir un inmenso sufrimiento. Ser madre es mucho más que haber quedado embarazada: es confeccionar un proyecto para siempre, seguramente el más extraordinario que se puede contraer, pero que exige una altísima dedicación.

Si lo miramos desde el punto de vista de lo que significa hoy ser un ser humano, creo que se puede afirmar que si no existe este proyecto personal, no hay nacimiento posible. Puede haber un feto, pero no un proyecto humano. Y no siempre ni todos quieren o está en condiciones de asumir este proyecto.

Lamentablemente, todo esto no se tiene en cuenta a la hora de legislar sobre el aborto. El PP demuestra que sigue considerando a las mujeres estrictamente como hembras, parideras de grado o por fuerza. Si conviene, después, la sociedad ya velará por esta pobre criatura no deseada. No, señor Gallardón, ni usted puede sustituir el trabajo de una madre ni tiene ganas de hacerlo. La pobreza infantil está creciendo de una manera alarmante con su Gobierno. ¿La quiere hacer nacer para que muera de hambre?

De hecho, no estamos reflexionando seriamente sobre la maternidad, ni, menos aún, sobre la paternidad. Lo que realmente se está debatiendo a través del nuevo proyecto de ley no es el derecho a la vida, sino dejar claro quién manda. Defendiendo las posiciones de la Iglesia católica, este ministro, como todos los demás, quiere imponer su voluntad, y basta. Cualquier forma de libertad les inquieta, porque siempre supone una rebelión contra su dominio.