Al contrataque

Antonio contra Goliat

JORDI ÉVOLE

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Cojo una revista y voy a la sección de pasatiempos: «Encuentra las 7 diferencias entre Rajoy y Rosell en una rueda de prensa». Huy, qué difícil, no sé si seré capaz de encontrar tantas. Pero, bueno, ya da igual, porque Rosell se ha ido… y nadie sabe cómo ha sido. Porque hasta el final ha mantenido sus principios: el día que anunció que dejaba la presidencia tampoco aceptó preguntas de la prensa. A la hora de comunicar ha sido todo lo contrario del tiki-taka: en vez de tocar, ha preferido el no toca. Y cuando ha comunicado tampoco se ha merecido el premio al juego limpio. Ha cometido faltas, y gordas, como faltar a la verdad con la grada de animación. Pero no todo ha sido malo. También ha hecho goles.

Con su dimisión, Sandro ha metido un golazo por la escuadra a esos personajes públicos que nunca dimiten a pesar de estar implicados en procesos judiciales. Aplaudo a Rosell. Y aplaudo al socio Jordi Cases por no conformarse con las versiones oficiales, por empeñarse en saber lo que no ve claro, por fiscalizar a su club. Me da igual si va por libre o detrás tiene a alguien. Lo que me importa es saber si tiene razón o no. Yo también quiero saber si se despistó dinero. Y no solo en el Barça, sino en otros muchos sitios. Aunque a lo mejor nadie ha despistado nada y los despistados somos nosotros, los que pensamos que en España hay bastante despiste.

Me gustan los Jordi Cases. Tendría que haber muchos más. Menos políticos y banqueros se irían de rositas. El inconformismo me huele a democracia participativa, a no conformarse con votar cuando toca sino tener ganas de participar en la democracia incluso esos días en que no hay elecciones, que son la mayoría de días. Jordi Cases se ha rebelado contra el silencio global, que es primo hermano del pensamiento único. Y lo ha hecho solo, en minoría.

Minorías y mayorías

En democracia, las mayorías son determinantes, pero no siempre tienen la razón. Ahí está el caso de la Asociación de Víctimas del Metro de Valencia, otra minoría enfrentada al silencio global de una mayoría absoluta que ganaba elecciones. Pues gracias al inconformismo de las víctimas la justicia ha llegado a la conclusión de que hay razones para reabrir el caso, que quedó sepultado junto a las 43 personas que perdieron la vida en ese accidente de metro del 2006.

Las minorías pueden ser un gran ejemplo para las mayorías. No solo reclamando ante los poderes públicos, sino dando ejemplo privadamente. Como Antonio Gómez Ortega, exdirector de una sucursal de Caja Madrid. Vendió participaciones preferentes hasta que vio que no eran trigo limpio. Y hasta llegó a pagar de su bolsillo la pasta que había perdido un cliente por culpa de las preferentes. Después lo echaron de la caja. Lo echó Miguel Blesa, caballero amparado por una mayoría que había ganado las elecciones. ¿Y quién tenía razón, Antonio o Goliat?