Las epidemias

¡La gripe ya está aquí!

A diferencia de otras culturas, entre nosotros no se da crédito a la eficacia de las medidas preventivas

JORDI CASABONA

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Como cada año por estas fechas los titulares de prensa y las conversaciones de café recuperan la palabra gripe anunciando que ya ha llegado, más o menos puntual, la esperada epidemia estacional. La gripe es una infección del virus de la influenza del que existen tres grupos (A, B y C) y múltiples subtipos, que varían de una temporada a otra y por eso la vacuna cada año es diferente.

Si bien la gripe suele ser una enfermedad benigna que se resuelve con tratamiento sintomático -como decía mi abuela «la grip, una setmana al llit»- en algunos casos puede producir complicaciones como pulmonías que, especialmente en personas con otras patologías concomitantes graves o de edad avanzada, pueden llegar a producir la muerte. Por ello el departamento de Salut recomienda que los mayores de 60 años, embarazadas, personas con patologías crónicas susceptibles de ser agravadas, residentes en instituciones, cerradas, cuidadores y personal sanitario, se vacunen cada año.

Cuando durante los meses de invierno se produce un aumento sustancial del número de casos respecto al habitual hablamos de fase epidémica, y en Catalunya los sistemas de vigilancia de la Agència de Salut Pública de Catalunya (ASPC) han confirmado que la semana pasada ya se alcanzó este umbral, establecido en más de 110 casos por cada 100.000 habitantes. La ASPC mantiene activa una red de 58 médicos centinela repartidos en 38 centros de atención primaria del país que recogen datos sobre los casos atendidos y muestras biológicas durante toda la temporada, los virus más frecuentes identificados hasta ahora son los A (H1N1) y A (H3N2), incluidos en la vacuna recomendada y de la que la ASPC ha repartido más de un millón de dosis.

De vez en cuando sin embargo, se produce una situación excepcional que consiste en la aparición de una nueva cepa del virus no esperada y, por tanto, al no haber contactos previos con el virus ni una vacuna preparada, toda la población es susceptible de adquirir la infección. Hablamos entonces de pandemias, de las que ha habido algunas muy conocidas por su alta letalidad, como las de 1918 (Gripe Española), 1957 (Asiática) y 1968 (de Hong Kong). Estas cepas a menudo se originan en la mezcla de virus animales y humanos y en este sentido la aparición en el 2009 de la cepa A (H1N1) (Gripe Porcina o Gripe Nueva), por su virulencia, alta transmisibilidad y por el hecho de afectar más a la población joven, fue motivo de preocupación internacional, y las medidas establecidas por la OMS -entre ellas la declaración de una situación de pandemia y la recomendación masiva de la vacuna- motivo de polémica.

Lo cierto es que ante un virus de la gripe nueva, con una alta transmisibilidad y tasa de letalidad, hay mucha incertidumbre de lo que puede pasar, y tomar decisiones sobre la marcha no es fácil. En cualquier caso, la mala gestión de la comunicación que se hizo contribuyó a poner en entredicho el prestigio de la OMS y de la misma vacuna y ciertamente fue una prueba de la capacidad de respuesta de los sistemas de salud.

La gripe que ha llegado ahora se ha iniciado a un ritmo similar al del año pasado y de mantenerse la concordancia vacunal, no supondrá más problemas que los habituales. Pero para no colapsar los servicios de urgencias es importante acudir al médico de cabecera, pues no todos los «síndromes gripales» (fiebre, tos...) son realmente gripes y sobre todo es necesario que la población esté extremadamente sensibilizada frente a las medidas de prevención. La gripe no tiene tratamiento específico altamente eficaz y por lo tanto la prevención es la mejor forma de disminuir su impacto.

En primer lugar, mediante la vacunación de los grupos de población recomendados. Es preocupante el descenso observado en la cobertura en mayores de 65 años, que en toda España pasó del 70% en el 2005 al 57% en el 2012. Los profesionales sanitarios deberíamos dar ejemplo alcanzando el 60% de cobertura recomendada por la OMS en el colectivo y explicando la necesidad de vacunarse, pues la vacuna no solo disminuye la probabilidad de padecer la enfermedad, sino también de transmitirla. Y en segundo lugar, mediante las medidas de prevención y control clásicas; que los afectados se queden en casa, se tapen la boca al toser, usen pañuelos desechables y que todo el mundo se lave frecuentemente las manos.

Estamos acostumbrados a intervenciones terapéuticas y tecnológicas cada vez más sofisticadas y -a diferencia de culturas como la japonesa donde por ejemplo el uso de la máscara es muy aceptado socialmente- no nos acabamos de creer que estas medidas puedan tener algún impacto, pero lo tienen y mucho.

Médico epidemiólogo