Geometría variable

Para Rajoy, lo primero es el 25-M

JOAN TAPIA

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A veces, sorprende la ligereza con la que algunos analistas desprecian a Mariano Rajoy. No es el Felipe González de 1982 y su liderazgo es gris, pero la política no debe minusvalorarse. Le recuerdo cuando en el equipo de Aznar, a principios de los años 90, cubría con humildad las ausencias de Paco Álvarez-Cascos. Y en el 96, de patito feo de los tres secretarios adjuntos frente a la brillantez de Rato (vicepresidente) y el arrastre de Mayor Oreja (Interior). Luego, en la segunda legislatura, surgió Acebes, el kamikaze obediente. Al final, en el 2004, el candidato fue… Rajoy. Con derrota.

Un amigo me dijo entonces que Aznar era el único político del mundo que había perdido unas elecciones sin ser candidato. Rajoy no tocó el equipo (Acebes y Zaplana) y perdió de nuevo en el 2008. Superó -con el valenciano Paco Camps de gran soporte- su segunda derrota y la ofensiva de AznarAguirre y El Mundo de Pedro J. Ramírez, y volvió a sobrevivir a la Gürtel (un «invento socialista») y a la defenestración de Camps, al que dejó caer sin dejarlo de apoyar. Con ayuda de la crisis -más eficaz que el Estatut o la negociación con ETA- y bastante demagogia, ganó en el 2011 la mayor mayoría absoluta de la derecha (lo de  Franco era otra cosa). Y sigue, no sin calvarios y con un equipo manifiestamente mejorable, pese al paro y los SMS de aliento a Bárcenas.

En su hoja de ruta está escrito que el objetivo no es el aplauso sino el poder y que si no se salta el obstáculo de mañana puede ser inútil pensar en el de pasado mañana. Y hoy Rajoy solo quiere -ese puede ser su gran error conceptual- ganar las elecciones europeas del 25 de mayo. Lo otro… después. Y para ganar en las europeas -unas elecciones en las que vota poca gente- necesita el apoyo de los incondicionales -a veces hooligans- que ahora mismo están dolidos. El PP no ha bajado impuestos, ha subido el paro, la corrupción no era un mal socialista, los etarras han dejado de matar (gracias a Zapatero) pero tienen cargos (en realidad, la izquierda aberzale) y encima no suspende la autonomía catalana pese a que el soberanismo gana las elecciones…

Rajoy necesita movilizar su voto más cafetero y repetir que la economía va mucho mejor de lo que va. El primer enemigo es Vox, el partido que botan hoy Ortega Lara (un hombre difícil de criticar tras el martirio al que fue sometido), los radicales de las asociaciones de víctimas y políticos sueltos como Gabriel Camuñas. Y tras los cuales parece estar Vidal- Quadras.

Y para anular a Vox, la primera escisión a la derecha del PP, con un programa radicalmente antiterrorista y antinacionalista y cuyo tapado podría ser el propio Mayor Oreja, hacen falta gestos. Como enviar la policía a los abogados de los presos de ETA que casi se han rendido o aprobar una maximalista ley del aborto que molesta a gran parte de sus votantes moderados y a sus barones, que saben que les perjudicará en las elecciones autonómicas (donde vota más gente). Pero esas elecciones son el problema del 2015 y tiempo habrá de corregir la ley. Ahora hay que evitar la fuga o la abstención de  la extrema derecha y vender optimismo sobre la economía (el éxito de la visita a Obama). ¿Está Rajoy dispuesto incluso a que Mayor Oreja, desde hace semanas en posición de silencio y semichantaje, repita como cabeza de lista? Lo sabremos a su debido tiempo.

Es una política con costes. Altos. En Catalunya la situación se va pudriendo; el maximalismo en la reforma de la ley del aborto molesta a los moderados (El País publicaba el domingo el primer sondeo en el que el PSOE ganaría unas generales), y la bronca con sus barones (sensatos u oportunistas) da sensación de desgobierno. Pero es la apuesta. Cree que es la justa para las europeas del 25-M. El 26 será otro día y «cada día tiene su afán».