EL DEBATE SOBRE LA CONSULTA

El voto instrumental

El electorado catalán que hace cálculos racionales sobre el coste de la independencia será clave

CARLES RAMIÓ

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Vamos a partir del supuesto que se va a celebrar el referendo que ya sé que es mucho suponer. Tenemos las posiciones de los partidos políticos, en relación con la independencia, bastante definidas y algunas residuales por clarificar. También quedaría por despejar la incógnita sobre la traducción de los resultados de las dos preguntas a una acción política clara. Por mi parte discrepo de algunos analistas y considero que el juego de las dos preguntas no es tan complejo como se comenta. Es obvio que la clave está en los sufragios  y  en relación con todo el resto de opciones. Para que se pudiera impulsar un proceso de secesión sería necesario que más del 50% de los votos fueran sí y  en el marco de una elevada participación todavía pendiente de definir.

Una vez despejadas estas incógnitas todo el protagonismo sería para los ciudadanos de Catalunya. En este sentido hay una parte importante de la ciudadanía que ya tiene definida su opción y que es casi inamovible. Es normal porque es un debate identitario, de sentimientos y de vísceras. Es algo que se siente o no se siente y que, depende de variables familiares, sociales y políticas que cristalizan con el tiempo y que es difícil que se puedan modificar. Para estos ciudadanos no hace falta hacer ningún debate, ni intercambiar reflexiones ni hacer un análisis de prospectiva. Ya se han definido y nada los va a hacer cambiar.

Pero hay una parte significativa más impermeable a las identidades nacionales o culturales. Tienen sus afinidades y simpatías nacionales pero pueden comportarse de forma mucho más instrumental haciendo cálculos racionales de costes y beneficios sobre la posibilidad de una Catalunya independiente o no. Este colectivo de ciudadanos va a ser clave en el resultado si atendemos a las diferentes encuestas que, de forma agregada, anticipan un resultado bastante ajustado. A este grupo de ciudadanos hay que añadir otro, muy importante cuantitativamente, que son los independentistas sobrevenidos, es decir: los que hasta hace poco no eran independentistas pero que se han sumado al movimiento por la combinación, marca de los últimos años, de crisis económica y agresividad centralista. Me da la impresión de que es un grupo que es bastante difícil que cambie de opinión, pero es cierto que una parte del mismo sí que se lo puede replantear. La cerveza independentista no posee tanta espuma como se dice pero sí que algo posee.

La cuestión es que hay una parte de los ciudadanos que no tienen decidido el sentido del voto y que de ellos y ya solo de ellos va a depender el resultado. No es un tema menor. Son personas que van a hacer sus análisis de costos y de beneficios. Y aquí anticipo que puede haber una clara asimetría ya que es más fácil definir inconvenientes que ventajas. En este sentido ya se ha articulado un discurso sobre los sacrificios que pueden ir asociados a la independencia. Más allá de un discurso del miedo son costes que existen y que son muy importantes, al menos durante los primeros años. No es exagerado augurar un periodo de transición complejo e inédito (negociación tensa con España, negociación de reentrada en la UE, reestructuración económica con empresas desconcertadas en búsqueda de un nuevo espacio), de un mínimo de 10 años, en el que los sacrificios serán muy importantes a nivel económico y, por lo tanto, también a nivel social. En cambio, las ventajas instrumentales (económicas, sociales y políticas pero no de identidad ni de sentimiento nacional) sobre la independencia se asientan sobre un discurso en exceso a largo plazo y con aromas más utópicos que realistas. Por esta razón los defensores de la independencia deben articular un discurso político e institucional sólido dirigido a este electorado instrumental. Deben definir el modelo de país de futuro: ¿Estado de bienestar europeo o liberal anglosajón?, ¿sistema institucional de Europa del norte o mediterráneo?, ¿un sistema electoral mayoritario o proporcional?, ¿un sistema territorial centralista o no?, ¿alianzas internacionales clásicas o novedosas como un gran acercamiento a Israel?

Se deben responder estas preguntas no desde el buenismo y el optimismo antropológico sino desde la rigurosidad de unas hojas de ruta que especifiquen exactamente como se van a lograr estos objetivos y desde unos compromisos de consenso entre las fuerzas políticas que promueven la independencia. Creo que de estos nuevos discursos va a depender el resultado en un sentido o en otro ya que el electorado instrumental debe percibir con claridad un horizonte institucional totalmente nuevo para una Catalunya independiente. Esta oportunidad debe trabajarse ya que existe el fundado peligro de hacer toda esta mudanza para diseñar una España bis.