Debajo del árbol, 'El regalo Gallardón'

EVA PERUGA

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Si usted pensaba encargar a Papa Noel una colonia para su mujer, ya puede ir olvidándolo si ella tiene más de 25 años. A diario la publicidad nos señala que las féminas de mayor edad no parecen perfumarse, solo se ponen cremas para fingirse en esa franja de edad. Miren debajo del árbol o cerca de los zapatos el día de Reyes y viajarán en el túnel del tiempo hacia su infancia. La casa y la familia, lo primero. Y usted se ve impelida a ser devota de ambas. Incluso en esta desafiante era de la tecnología, la máxima concesión que se les hace a ellas es una web con «regalos para mujeres de  50 años».

Es difícil recordar junto al abeto navideño alguna tostadora o alguna colcha con un nombre masculino inscrito en la etiqueta. Hoy por hoy,  sirve aún aquel refrán de que la cabra siempre tira al monte. Recientemente en un prestigioso diario extranjero se ilustraba un artículo económico con una fotografía publicitaria de los años 60. En el centro de ella, una mujer, con delantal, elegante, eso sí, rodeada de electrodomésticos de la época. Si todavía muchas féminas se ven reflejadas en este escenario es porque la publicidad actual regurgita el mismo mensaje y porque, digámoslo claro, la crisis también en el capítulo de los regalos arrebata avances en el camino de la igualdad. Ante el lavavajillas con un gran lazo, se agolpan las inequívocas expresiones para las féminas: «Sabía/mos que lo necesitabas». Los demás no ensucian. Gracias. Es que es silencioso. Muchas gracias, mi pareja lo agredecerá cuando se tumbe en el sofá con el portatil el sábado después de comer. Las mujeres no se atreverían nunca a mostrar reticencia a contribuir a ese tímido despegue del consumo español, ni a señalar su apoyo a esa secta que opina que la creación de riqueza, según afirman los expertos un proceso ininterrumpido desde el siglo XIX, habría llegado a su fin.

A las mujeres les gustaría compartir -¿tiene género este verbo?- la tesis del economista Gilbert Cette, para quien Europa «va a surfear en una segunda ola ligada a las tecnologías de la información y de la comunicación».  Pero no son regalos para ellas. Ya desde la infancia, como reprocha una simpática y lúcida cría en un vídeo, las cosas rosas son para las niñas y todas las demás, para los niños. Asoma la brecha.

Y, en un abrir y cerrar de ojos, ellas deján atrás la edad rosa y la edad de las colonias, sin posibilidades de tener acceso al último iPhone o la última tableta a pesar de tener ya años suficientes para ello. Por el camino, los niños se han ido entrenando en las artes tecnológicas y, como un hecho biológico, según gustan de llamarlo algunos, llenan su carta a Papa Noel o a los Reyes de aparatejos. Ante este diestro manejo -¡déjame a mi!-, ellas viven en la duda de por qué a ellos les resulta tan fácil eso y, en cambio, repiten sin cesar que no saben cómo funcionan los electrodomésticos, tipo aspiradora de última generación.

¿No será que piensan que no es asunto suyo? Algo debe haber cuando... el 91,9% de las mujeres realizan tareas domésticas y se ocupan del cuidado de niños, ancianos y personas dependientes durante 4 horas y 29 minutos diarios, frente al 74,7% de los varones que dedican en promedio 2 horas y 32 minutos. La entrega media diaria de las mujeres en todos los tipos de hogares es superior, pero especialmente en el caso de una familia formado por una pareja con hijos.

Ahí están las afortunadas superando sus expectativas más allá del secador de pelo, con el móvil más cutre de la familia, y esperando lo último de esta temporada para las mujeres: El regalo Gallardón. Mejor no mirar debajo del árbol.