Análisis
Busquets, el jefe de los invisibles
Martí Perarnau
Periodista
MARTÍ PERARNAU
Sergio Busquets es el Messi del fútbol que se juega en penumbra, del que rehúye las portadas y no aparece en las listas de premiados. Busquets es el dueño de la oscuridad, el jefe de los invisibles. Su influencia en el juego es mayúscula, diría que superlativa. Es probable que si no pudiera contar con él, como sucede con Valdés y Messi, el Barça continuaría ganando partidos, pero no sería lo mismo. No solo es el punto de apoyo de sus compañeros: es el vértice donde convergen todos los caminos del Barça. El kilómetro cero del equipo.
A su alrededor, todos mejoran incluso si enfrente está mordiendo un equipo tan espléndido como este Villarreal. Espléndido cuando decide juntar sus líneas hasta cerrarlas por completo, ahogando cualquier atisbo de vida azulgrana entre líneas; y espléndido cuando decide abrirse y expone su virtuosismo para triangular con sentido y sensibilidad.
Frente a este equipo amarillo de magnífico porte, el Barça ha vuelto a mostrarse reconocible y esta vez, repitámoslo, no era un Celtic de Glasgow timorato quien sujetaba el espejo, sino un Villarreal cuajado.
En los tiempos que corren, que el Barça se reconozca en su juego ya es un triunfo. Pero no solo ha sido reconocible: ha sido notable. Todavía hay piezas que no rinden como solían y en cuyas huellas se detectan dudas y titubeos.
Pero al son de la trompeta de Busquets, la orquesta se va afinando, incluso si no ha sido capaz de construir un gran volumen de peligro. Al Barça de ayer se le podrían reprochar tres carencias: la dificultad de recibir entre líneas enemigas; la ausencia de desmarques en ataque, y esa puntería algo torcida, defecto que resulta casi genético. Ejecutó bien todo lo demás. Dominó desde campo contrario, manejó al Villarreal de banda a banda gracias al péndulo que sacó el explorador Busquets, entró por fuera, presionó ante las pérdidas de balón con la facilidad de quien ya está en el sitio (¡ay, la virtud de jugar viajando juntos!) y anticipó en lo posible cualquier llegada amarilla, destacando Bartra y Piqué en tal asunto.
La contradicción
Reconocerse en el juego es vital para adquirir seguridad y afrontar una Liga que no apunta a sencilla ni breve. El Barça todavía vive una contradicción entre sus palabras y los hechos: juega peor de lo que fue, pero bastante mejor de lo que cree y dice. La profecía de que es imposible volver a jugar como se hizo en el 2009 o el 2011 rebosa insensatez cuando se piensa en Messi y Neymar, en Valdés y Alexis, en Bartra y Piqué, en Sergi Roberto e Iniesta, incluso en Xavi si se acierta con la dosis exacta. Y, por descontado, teniendo a Busquets como vértice del juego, este Barça no solo puede aspirar a todo, sino que debe hacerlo, salvo que opte por la dimisión competitiva por dejadez. Con Busquets de compañero es muy difícil jugar mal porque, como la pared de la escuela que devolvía con precisión cualquier balón que le lanzaras, el reloj de este hombre siempre marca la hora exacta.
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