Soy pregunta

RISTO MEJIDE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cada uno de nosotros es una pregunta. Todos y cada uno de nosotros nacemos con un signo interrogativo que rodea nuestro cerebro, baja por nuestro esófago condensando nuestro aliento y no se detiene hasta que sutura con un punto nuestro corazón. Crecemos buscando y juntando partes inconexas de trozos de respuesta y morimos justo cuando formulamos la otra gran pregunta que siempre quedará sin contestar.

Todo junto es un proceso caótico al que llamamos vida para simplificar y al que encima tratamos de dar algún sentido por el camino. Mira si es aleatorio que las respuestas que necesitas no están nunca a mano, no sabes muy bien por qué, y las que sí te llegan, además, lo hacen siempre antes de que nadie las haya preguntado. Eso sí, la coherencia que no nos la quiten, eh. Que sóc del Barça.

A medida que te vas haciendo mayor, compruebas que las preguntas crecen más rápido que las respuestas. Quizás sea porque nos han enseñado a responder sólo a problemas ya planteados. Porque cuando llega el momento clave, el momento de la verdad, la gente que más podría ayudarte, normalmente ya se ha ido. O a lo mejor será porque creemos que la respuesta a una pregunta siempre tiene que ser eso, una respuesta, y no otra pregunta. No lo sé. Lo que sí sé es que la entropía debería haber sido asignatura obligatoria en la escuela primaria, y si no lo es todavía, que alguien le preste un cerebro al ministro Wert y veréis como lo acaba siendo.

Un día, antes de que te des cuenta, sin apenas planteártelo, de pronto notas que las respuestas hace tiempo que han dejado de satisfacerte. Porque vas descubriendo que son caducas. Porque has comprobado que son cambiantes. Porque sabes que muchas morirán contigo. O porque alguien o algo las matará. Ser pregunta te lleva a desconfiar de todas las respuestas. Ser pregunta te lleva a alimentarte de más preguntas.

Y así es como surge el relato de nuestra vida.

Un héroe no es más que alguien que defiende una pregunta. Abierta, grande, universal, no con una sino con tantas respuestas como vidas se la planteen. Es alguien que cree que mientras hay preguntas, hay esperanza. Mira los niños, que no paran de preguntar por qué. Y los artistas. Y los científicos. Mira Bertrand Russell. Un villano, en cambio, no es más que quien pretende rodear esa misma pregunta con la antimateria de su respuesta. Él sí que sabe lo que nos conviene y quiere cerrar la pregunta,

desactivarla, meterla en un ataúd. Un mundo de sólo respuestas, es un sistema inerte, un sistema muerto, un sistema que ya está.

Tú haz lo que quieras, pero yo desconfío de las respuestas tipo test. Desconfío de los que me quieren hacer responder sí o no. Soy firme militante del depende. Será mi sangre gallega mezclada con catalana. Y si es así, aún me siento más orgulloso de venir de donde vengo.

Pero si ese alguien además, es un político, entonces la desconfianza se convierte en cabreo. O sea, que no me tengo que preocupar, que ya me das tú todas las opciones posibles. Como si fuera ese mocoso al que tratas de educar por el buen camino. El clásico truco de darle dos opciones al niño para que no se me pierda, que haga lo que yo quiero y que encima crea que está ejerciendo su libertad. Ah, y no nos olvidemos, me traspasas el problema, que es tuyo, y que por eso te pago, para que lo resuelvas tú. Para que encima puedas seguir ejerciendo tu incompetencia, pero ahora encima con mi bendición.

Menos Mas que aquí llega Artur para solucionárnoslo todo. Tranquils, que ja sóc aquí. Amb il·lusió. Y para que no nos falte de nada, nos viene no con una pregunta, sino con dos. Una embarazada de otra. Es una pregunta con polizón. Un kinder sorpresa de la duda. Y así, complicando una pregunta, se empequeñece aún más la respuesta. Sin matices ni medias tintas ni grises, que de eso ya tuvimos bastante durante cuarenta años.

Los chinos, que de tinta saben un rato, utilizan la misma palabra (wenti) para designar al «problema» y a la «pregunta». De tal manera que a que quien tiene muchos problemas, prefieren decirle que tiene muchas preguntas. Sigues sin solucionar nada, pero y lo bien que te lo pasas confundiendo al respetable.

No me pienso esperar al 9N. Yo es que me pregunto encima. Y me pregunto qué hará nuestro visionario President cuando el choque de trenes sea ya algo inevitable. Y lo peor, qué haremos entonces el resto de catalanes que seguimos creyendo en la convivencia pacífica y en que el oficio de un político es siempre y por encima de todo, sentarse, dialogar y negociar.

Ése sí es mi problema.

Ésa sí es mi pregunta.