De la renta mínima a la plena actividad

ORIOL AMORÓS

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Hay gobernantes que dicen ver luz al final del túnel. No es el caso de las instituciones europeas que nos dicen que hasta 2015 no habrá crédito a las familias ni a las empresas y que, yendo bien, no será hasta entonces que se creará empleo neto. Tampoco la ven las 217 mil personas que viven en familias con todos los miembros en paro.

La crisis ya hace cinco años que dura y sus efectos van más allá de las cifras del paro. Cada mes más parados han agotado el subsidio, hoy ya son cerca del 40 % y las reformas introducidas contra los derechos laborales hacen que si el trabajo llega es menos remunerado, con menos derechos a prestaciones, más temporal y discontinuo.

Primero, las emergencias

En un planeta donde el pequeño continente europeo concentra el 50% del gasto social, muchos economistas y sociólogos sitúan el pleno empleo como un sueño inalcanzable. Hoy, el pequeño margen de maniobra que tenemos hay que utilizarlo en apoyo de los más débiles, en los últimos de los últimos en el mercado laboral: los beneficiarios de la renta mínima de inserción.

Urge una acción inmediata para incluir a todas las personas que tienen la renta mínima aprobada y no la reciben porque el presupuesto estaba bloqueado desde 2011. Las deudas con los más débiles, primero. Y así lo hemos acordado: eliminar lista de espera en el 2013. Como también un importante incremento para el 2014 para llegar a más personas, pagar atrasos y dar una respuesta a las personas a las que, después de cinco años en el programa de la renta mínima no han logrado la inserción.

De la exclusión a la actividad

La recuperación del empleo tardará, pero la recuperación de la actividad debería estar más cerca. El cambio tecnológico y el debilitamiento del compromiso de los empleadores con sus empleados generan un mapa inestable donde amplias capas pueden quedar fuera del mercado laboral en un momento u otro de su vida. Ya no se puede hablar de "casos laborales" y "casos sociales": todos podemos ser uno de los primeros y, si la cosa dura, acabar siendo ambas cosas. Tampoco deberíamos hablar de "casos cronificados", todo el mundo puede volver al trabajo o, al menos, a la actividad.

Las políticas para el empleo y las sociales deben ser un continuo. Con cualquier persona primero se tiene que buscar la inserción laboral en el mercado ordinario y si tenemos éxito, perfecto. Sino, hay que intentarlo en un puesto de trabajo poco subvencionado. Y sino, en uno más subvencionado. Y si tampoco lo conseguimos, en una actividad remunerada de interés para la comunidad. Para cada usuario de la renta mínima tenemos que hacer un itinerario personal de inserción y, por qué no, hacerlo desde la óptica del servicio de empleo. En todo el mundo hay que poner esperanza.

Cinco años de crisis también han sido cinco años encallados para mucha gente, años de nulas oportunidades para los más excluidos. Y, por tanto, un pésimo aprendizaje vital. Por eso debemos volver a dar confianza y dignidad y atar formación e inserción a lo que más buscan los usuarios de la renta mínima: un trabajo (subvencionado) y un salario, que se pretende que acabe en una renovación laboral (poco o nada subvencionada) o, en el peor de los casos, no perder la prestación que se tenía. Ahora comenzarán los primeros 800. Y cuando acaben repetirán 1.500 personas más. Y 1.500 más al cabo de seis meses. Y así siguiendo.

Hacia un cambio de modelo

Pero una vez atendidas las emergencias y removida la situación de los "crónicos", tenemos que cambiar el modelo de rentas sociales para hacer un continuo activo entre lo social y lo laboral. Para recuperar el derecho subjetivo a la inserción social, laboral y a disponer de unos ingresos mínimos. Y para ordenar el montón de prestaciones económicas diferentes que hay, gestionadas por administraciones y departamentos, para ser más eficientes y más justos.

Es necesario dejar de pensar en la exclusión como un hecho ligado a un segmento marginal y entender que todo el mundo puede salir, pero que también son (somos) muchos los que podrían (podríamos) necesitar una ayuda en algún momento de la vida. Trabajar bajo el principio de dignidad y ciudadanía, de inclusión social mediante la participación en la vida social valorada. Mediante el trabajo: o pleno empleo o plena actividad.