La herencia de la guerra civil

Los muertos de la retaguardia

En Catalunya es donde más cuesta reconocer que la represión republicana causó miles de víctimas

MARÇAL SINTES

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Una semana después de la beatificación en Tarragona de 522 mártires asesinados en los años 30 y la guerra civil española, el abad de Montserrat, Josep Maria Soler, pedía perdón por la alianza de la Iglesia católica con el régimen franquista.

La beatificación, el 13 de octubre, fue la más numerosa que se haya realizado nunca en España. En ella participaron 104 obispos y 1.400 sacerdotes, además de otros 25.000 asistentes. El acto fue presidido por el prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, y el papa Francisco envió un mensaje a los reunidos.

¿PERO CÓMO es que Soler se veía en la necesidad de referirse a la Iglesia y el franquismo, y pedir perdón, justamente una semana después de la macrobeatificación? La respuesta hay que buscarla en los días que la precedieron, durante los cuales se insistió una y otra vez en contraponer los religiosos asesinados y los muertos causados por el franquismo, recordar los muchos cadáveres de republicanos que no han sido recuperados o subrayar que la Iglesia española no ha pedido perdón por su apoyo a la dictadura.

En relación a este último punto, cuando alguien apuntaba que Juan Pablo II lo había hecho en el año 2000 y los obispos catalanes en el 2011, se alegaba -con razón- que estas disculpas fueron vagas y muy genéricas.

Es justamente por eso que Soler tomó la palabra y respondió al reproche que se hacía a la Iglesia (los otros dos no van dirigidos contra ella). Y lo hizo claramente, sin lanzar balones fuera ni refugiarse en ambigüedades. Pero el abad de Montserrat no quiso abstenerse de puntualizar que por la muerte de estos religiosos (520 de los 522, durante la guerra civil) nadie ha pedido perdón. A pesar de ello, resaltó Soler, la Iglesia lo ha perdonado. Me pareció una respuesta adecuada a la ofensiva desplegada contra el acto de recordatorio y homenaje a las víctimas religiosas de Tarragona. Porque a nadie debería inquietar ni molestar que las víctimas inocentes sean recordadas.

Como es sabido, en Catalunya la violencia en la retaguardia, muy especialmente la practicada por las patrullas de la FAI, causó miles de muertos. Muy a menudo religiosos y gente de misa, fueran partidarios de la República, contrarios o indiferentes. Son muchos los historiadores que han documentado los crímenes de los que aprovecharon la situación posterior al golpe de Estado de julio de 1936 para sembrar el terror en Catalunya y otros lugares de España.

Cabe destacar en este terreno, por ejemplo, la labor realizada por Josep Maria Solé Sabaté. O las memorias de Josep Benet (De l'esperança a la desfeta, 1920-1939), en las que se describe con gran viveza el clima de miedo que los asesinatos extendieron. En esta obra, presentada poco antes de su muerte, Benet nos habla de las misas realizadas en bosques y pisos particulares -con gran riesgo para los asistentes- y, en general, de la práctica clandestinidad en la que, a partir del 18 de julio, tuvieron que sobrevivir los católicos en Catalunya. Asimismo, fueron muchas las personas a las que el violento anticlericalismo empujó al exilio.

En Catalunya, hasta el final de la guerra civil la mayor parte de las muertes fueron causadas por la represión republicana (8.352, según El holocausto español, de Paul Preston). No obstante, es aquí, en Catalunya, donde más cuesta reconocer y admitir esta represión. Las salvajadas cometidas fueron muchas y muy crueles, en una situación de pérdida del control por parte de las autoridades.

CUALQUIERA que haya hablado un poco con sus abuelos sabe, o debería saber, que en Catalunya se produjeron asesinatos de laicos, monjes, monjas y curas, quemas de iglesias, profanación de cadáveres, prohibición de las misas, requisa de libros, cuadros, crucifijos y otros símbolos. No obstante, a pesar de las montañas de testigos, pruebas y documentos, todavía hoy a algunos les sigue incomodando enormemente la verdad sobre la retaguardia republicana durante la guerra.

Son estas dificultades y resistencias, que tienen mucho de patología ideológica, las que alimentaron los reproches con motivo de las beatificaciones de Tarragona, unos reproches que -y esto es lo que juzgo censurable- entrañaban al mismo tiempo un deseo de regatear el reconocimiento a las víctimas que se produjeron en la zona republicana. En mi opinión, no hay víctimas mejores y peores, ni de primera y de segunda. Las víctimas de la retaguardia son tan víctimas como las del franquismo. La izquierda, una pretendida izquierda, no debería caer en la misma tentación de cierta derecha. Nadie debería subestimar a las víctimas inocentes, ni unas ni otras, sea cual sea el color de los que las asesinaron.