Los medios públicos valencianos

RTVV, al cierre

El adiós de Canal 9 golpea el débil sector industrial de su entorno, que apuntaba un cambio de modelo

TONI MOLLÀ

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Salvo sorpresa mayúscula, mañana las Cortes Valencianas aprobarán, gracias a la mayoría absoluta del PP, el cierre de Canal 9 y Ràdio 9 con una proposición de ley, tramitada por el procedimiento de lectura única, que no admite enmiendas. El viernes 29, un día después de su publicación en el Diario Oficial de la Generalitat, entrará en vigor la ley, y de acuerdo con su artículo 1 cesarán las emisiones y se extinguirán todos los contratos de la Radiotelevisó Valenciana (RTVV). Con el cierre se perderán 1.600 empleos directos y se generarán más de 100 millones de euros de gasto público, a lo que hay que añadir unos 20 millones en derechos audiovisuales comprometidos y otros tantos que RTVV deberá abonar a proveedores, gasto financiero aparte. Una fuga económica superior al mantenimiento de la televisión y la radio públicas del País Valenciano.

RTVV fue creada el 4 de julio de 1984 por la Generalitat Valenciana e inauguró sus emisiones el 9 de octubre de 1989. Más allá de su justificación cultural, la empresa audiovisual pública siempre tuvo, por lo menos teóricamente, un objetivo económico en un entorno de creciente complementariedad de las industrias culturales -con el sector audiovisual en cabeza- y la estructura productiva propia de una sociedad posindustrial. La producción de contenidos de RTVV no se justificaba solo como fuente de ocupación directa, sino también por su efecto de arrastre sobre sectores privados conexos. El Programa Econòmic Valencià 2 (PEV 2), elaborado en su día por el Gobierno de Joan Lerma, así lo preveía al señalar que la puesta en marcha de RTVV incidiría en el sector productivo gracias a la introducción de tecnologías de vanguardia y a la dinamización de la industria audiovisual. Industria cultural, desarrollo tecnológico y económico y normalización lingüística se convertían en expresiones de un mismo proceso creativo.

Hace décadas que el País Valenciano dejó atrás el tópico de sociedad tradicional, y su sector terciario se ha disparado hasta un 60% de la población activa, con un peso mayoritario de los servicios. El sector primario apenas alcanza al 3% (1,70% del PIB), con el agravante de que en solo dos años ha perdido cerca de 9.000 fincas agrarias familiares. Por su parte, el sector secundario -con la cerámica, la Ford, los juguetes y el calzado como buques insignia- apenas supera el 17% de la población ocupada y aporta al PIB el 14,5%. Con estas variables y una tasa de paro cercana al 30%, la economía valenciana está para pocos cierres patronales. De hecho, además de los trabajadores directamente afectados por la liquidación de RTVV, entre los que me encuentro, se calcula que la medida afectará a más de 4.600 puestos de trabajo indirectos. «Como si cerrara la Ford», repiten estos días los economistas valencianos. Con una diferencia: RTVV incide sobre un tejido débil pero imprescindible para un cambio de modelo económico y de país. Este era, por lo menos, su objetivo legalmente establecido y esta la retórica oficial.

Sin duda, RTVV tendría que reformularse de acuerdo con un entorno global y valenciano complejo y turbulento. Pero también según unas funciones estratégicas -informativas, socioculturales y económicas- que ni sus responsables políticos ni sus gestores empresariales nunca tuvieron en cuenta. Hace mucho tiempo que los profesionales exigimos un (re)diseño de la televisión pública en relación con la política industrial, tecnológica y cultural que exige un modelo de país enfrentado a los retos de la globalización neoliberal. Una empresa de comunicación que cumpla, además, los que fueron sus objetivos fundacionales: integración social, económica y lingüística, por una parte, y factor de incentivación industrial, por otra. La existencia de la televisión pública, tal como la conocemos, no tiene ningún interés colectivo si exceptuamos la posibilidad de utilizarla de forma diferente a como se ha hecho hasta ahora.

Ahora bien, su cierre marcaría una involución sin precedentes en el ámbito informativo, golpearía el débil sector industrial que ha generado a su alrededor y, finalmente, impugnaría sin remedio un modelo de país que va más allá de la literaturizada agricultura y de una industria, como el caso de la Ford, quizá demasiado asistida por el poder público. Con RTVV desaparecería, además, el único (!) medio de comunicación, tanto público como privado, que abarca el país en su integridad. Finalmente, la Generalitat presentaría, con el cierre, una invitación oficial a la emigración de todos aquellos que no aspiramos a trabajar en la Ford (sirva de metáfora) ni en el turismo diésel (el que camina mucho y consumo poco) que hemos engendrado entre todos. Con RTVV, muchos valencianos podríamos perder nuestro futuro. Por lo menos como valencianos.