Catalunya en disputa

"El proceso soberanista que está viviendo Catalunya puede representar una oportunidad para construir, desde nuestra especificidad, un nuevo modelo social, político, económico y ambiental"

Duran Lleida, Jordi Pujol y Artur Mas, ayer, durante la ejecutiva de CiU.

Duran Lleida, Jordi Pujol y Artur Mas, ayer, durante la ejecutiva de CiU.

MARC PARÉS

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La semana pasada el 'expresident' <strong>Jordi Pujol </strong>escribía en EL PERIÓDICO sobre cómo queremos que sea, en plural, una Catalunya independiente. Después de repasar como se había construido la Catalunya actual a lo largo del siglo XX terminaba diciendo "el proyecto, para la Catalunya independiente, es el mismo que hemos defendido, y en buena parte aplicado durante los últimos cuarenta años", y lo sustentaba en una serie de principios morales que seguramente generan un alto grado de consenso: mentalidad democrática, identidad lingüística y cultural, una sociedad abierta y dinámica, con un espíritu de modernidad y una filosofía de progreso y de apertura al mundo, y una Catalunya basada en la cohesión y la convivencia.

Sorprende un poco que, teniendo en cuenta los múltiples cambios que estamos viviendo y sufriendo las sociedades contemporáneas en los últimos años, pensamos en el futuro tomando como referencia un pasado que, por otra parte , todo apunta a que difícilmente volveremos a vivir . A estas alturas deberíamos ir asimilando que las fuertes transformaciones que estamos experimentando en todos los ámbitos (económico, laboral, social, ambiental, y también en las esferas más vitales y cotidianas) no parece que sean pasajeras. De la convulsa situación actual no saldremos volviendo a la sociedad del bienestar, sino que saldremos construyendo una nueva sociedad (y en el caso catalán quizá incluso un nuevo Estado) basada en unos nuevos parámetros, unos nuevos valores y nuevas formas de hacer, de relacionarse y de gobernarse. La pregunta, por tanto, es pertinente. Estamos a las puertas de una nueva época y, por tanto, no solo hay que preguntarse cómo queremos que sea la "nueva" Catalunya sino que también tenemos que poner sobre la mesa nuestra capacidad de agencia para influir en su configuración.

No podemos pretender volver a la Catalunya de antes de la crisis. Sin menospreciar la labor de la sociedad civil y las instituciones públicas a lo largo de todos estos años y reconociendo que puede haber una continuidad e incluso una cierta dependencia entre la vieja y la nueva sociedad, no podemos olvidar nuestro punto de partida actual: vivimos en una nueva realidad, la sociedad ha cambiado, los problemas son otros y, por tanto, nos hemos de organizar colectivamente de otra manera. En otras palabras, la construcción de la Catalunya del futuro deberá ir acompañada, en mayor o menor medida, de un proceso destituyente de las formas de regulación del conflicto social propias de la vieja sociedad del bienestar.

Globalización e interdependencia

Tampoco podemos pensar que en un mundo globalizado y extremadamente interdependiente como el actual podremos construir, únicamente desde Catalumya, una realidad paralela a imagen y semejanza de nuestras voluntades y nuestros deseos. En todo caso podemos pensar como, desde Catalunya y en red con otros actores y territorios , podemos articular respuestas específicas para hacer frente a la actual situación . Vivimos en un mundo marcado por múltiples fenómenos globales ( la crisis financiera , la economía de libre mercado , el cambio climático , internet) que, al mismo tiempo , tienen enormes consecuencias de carácter local ( paro , desahucios , exclusión social , catástrofes naturales , catástrofes tecnológicas ) . Aunque la globalización no ha sido un fenómeno únicamente económico , sino que también ha sido un fenómeno social y cultural , lejos de homogeneizarnos coma sociedad, nos ha diversificado , nos ha individualizado , nos ha hecho más heterogéneos y nos ha traído unos nuevos problemas complejos caracterizados por su especificidad regional , local e incluso personal.

No parece que tenga demasiado sentido, pues, creer que la construcción de una nueva sociedad, hoy, pueda hacerse desde la lógica de los Estados-nación, unos entes político-administrativos surgidos en los siglos XVII y XVIII y sustentados no solo sobre su población soberana (de la que emerge su legitimidad) sino también sobre una territorialidad bien definida a la que se aplica el ejercicio del poder. Hoy tenemos múltiples problemáticas de carácter multiescalar y experimentamos, una día tras otro, actuaciones políticas promovidas, y en el mejor de los casos articuladas, a través de múltiples niveles de gobierno: las estructuras político-económicas que toman decisiones globales, la Unión Europea, sus estados miembros, los gobiernos regionales, los gobiernos locales... Por tanto, hay que pensar la nueva sociedad teniendo en cuenta esta realidad.

Modelos de país divergentes

Por otra parte, si realmente nos creemos eso de la "radicalidad democrática", no podemos sustentar la construcción de una nueva sociedad (o de un nuevo Estado) en base a principios y valores hegemónicos. La democracia, y aún más en una sociedad diversa y compleja como la nuestra, debe basarse en la posibilidad de contraponer modelos de país divergentes. Si el proceso soberanista elude el disenso político sobre el modelo de país y se construye únicamente sobre la base de un supuesto consenso moral, corre el riesgo de convertirse en un proceso altamente despolitizado, situándonos en el ámbito de lo que autores como Slavoj Žižek, Jacques Rancière o Chantal Mouffe han calificado como condiciones pospolíticas y posdemocráticas.

Históricamente, los períodos de cambio social y político han sido momentos de conflicto, que se han resuelto o bien a través de guerras, revoluciones o imposiciones, o bien a través de grandes pactos sociales. La situación actual no es una excepción: es un momento de conflicto entre diferentes modos de ver y de entender el mundo; entre los valores de la sociedad del pasado y los nuevos valores emergentes, entre los que quieren seguir disfrutando de los privilegios del capitalismo y los que han quedado excluidos de este modelo social; entre los grandes y difusos ámbitos de decisión globales (los mercados , la troika , los acuerdos internacionales) y los gobiernos regionales y locales que se ven obligados a acatar esas decisiones y deben gestionar las consecuencias de la crisis; entre los grandes intereses políticos y económicos que quieren imponer un determinado sistema y una sociedad civil que, castigada por los efectos de la crisis, cada vez está más movilizada y propone modelos y estilos alternativos.

Democracia real

Si queremos que la nueva sociedad que está emergiendo sea el resultado de un proceso democrático real, entonces hay que visualizar los modelos en disputa, hay que re-politizar el proceso. Con todos los matices habidos y por haber, debemos poder debatir si queremos un país basado en valores como la competitividad y el individualismo o si apostamos por valores como la cooperación y la colaboración, si queremos poner la economía de libre mercado por delante de todo o si apostamos por una economía social y solidaria; si restringimos la capacidad de acción de los gobiernos locales o si apostamos por una democracia de proximidad, si privatizar servicios como el agua, la sanidad o la educación o si apostamos por un modelo público fuerte, si aceptamos que el Estado pierda poder para pasarlo a los mercados o si apostamos por apoderarse la sociedad civil; si mantenemos el actual modelo de democracia representativa o si apostamos por nuevos modelos más participativos...

El proceso soberanista que está viviendo Catalunya puede representar una oportunidad para construir, desde nuestra especificidad, un nuevo modelo social, político, económico y ambiental. Si este fuera el escenario, si Catalunya pasara a ser un Estado, el proceso constituyente que necesariamente se debería abrir permitiría afrontar los retos de esta nueva época sin la rigidez del actual marco constitucional. Sin embargo, si este no fuera el escenario, eso no nos eximiría de tener que afrontar igualmente los retos de la nueva realidad.