Análisis

Elena Poniatowska, el arte de escuchar

JUAN VILLORO

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Elena Poniatowska ha trabajado en forma singular una serie que comienza con la entrevista, pasa al reportaje, continúa en la crónica y desemboca en la novela. El primer impulso es siempre una conversación con otra persona. El Cervantes premia, en consecuencia, el arte de escuchar. En la extensa bibliografía de Elena, hay testimonios múltiples, una polifonía de voces que han servido para documentar la masacre de Tlatelolco, los días posteriores al terremoto de 1985, la vidas de Tina ModottiLeonora CarrigtonGabriel Figueroa Juan Soriano. Su influencia en la crónica ha sido decisiva, de modo que el premio reconoce la fecunda mezcla del periodismo y la literatura.

No es posible escribir de esta manera sin ganar la confianza de los testigos. La empatía es para Elena un recurso de trabajo. Con calculada malicia, finge no saber nada y pone un rostro de prístina inocencia que hace que los demás confiesen sus secretos.

Víctima de su astucia

En una ocasión fui víctima de su astucia. Dimos una charla en Hamburgo y al terminar departimos con los organizadores. Entre los asistentes se encontraba una excompañera mía del Colegio Alemán. Elena quiso saber cómo era yo de niño y la sometió a un interrogatorio sumamente cordial. Poco a poco, mi antigua condiscípula comenzó a revelar cosas que yo creía sepultadas en la noche de los tiempos. Gracias a las preguntas de Elena, entendí descubría cosas que yo mismo había olvidado. Un trozo de mi infancia regresó en ese sutil interrogatorio.

De manera fascinante, Poniatowska se ha interesado en zonas muy diversas del saber. Escribió un libro sobre la mente y la vida de Octavio Paz, una novela sobre astrónomos (La piel del cielo), cuentos sobre lo que la gente pobre hace en el único día de descanso, el único en que les puede ocurrir algo interesante (Domingo 7), una novela sin ficción sobre una indígena de Oaxaca que participa en la Revolución y luego se convierte en figura mística (Hasta no verte, Jesús mío). En en cada uno de estos casos, parte de la información para llegar a la fabulación.

Aunque ha sido una sostenida vocera de causas de la izquierda, no ha circunscrito sus intereses a la política. Además de practicar una antropología de los ricos y una vindicación de los pobres, ha cubierto el mundo del espectáculo, los enigmas de la ciencia, la geometría de los arquitectos, los candentes placeres de la comida... El rango de sus intereses revela una generosa curiosidad por el caótico entorno que le tocó en suerte. No hay sitio en el que no desee meter su perfecta nariz. Desde el punto de vista del oficio, confirma que la investigación periodística y la recreación literaria pueden ser una mezcla afortunada.

La extensa bibliografía de Elena Poniatowska está llena de voces ajenas. Es un caso en verdad insólito: escribe para que otros hablen. Una vocinglera multitud recibirá con ella el premio Cervantes.