La rueda

Humanizar el escenario sanitario

JULI CAPELLA

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En el sanatorio de Paimio, el arquitecto finlandés Alvar Aalto ya colocó luz indirecta en las habitaciones y pintó los techos de verde. Lo hizo para no deslumbrar al enfermo, quien a fin de cuentas se pasa la mayoría de horas acostado, mirando hacia arriba. Pero 85 años después la mayoría de los techos de los cuartos hospitalarios siguen siendo horrendos: enormes plafones blancos con terribles fluorescentes reflectantes. La misma iluminación que en el resto de la instalación. Pocos piensan en el enfermo. Y cada vez hay más. Todos lo hemos sido y lo vamos a seguir siendo, con un poco de suerte, durante muchos años. La esperanza de vida se alarga y aumenta exponencialmente la posibilidad de enfermar de forma más asidua e incluso crónica. Probablemente vamos a pasar muchas horas boca arriba.

Uno de los sectores donde la arquitectura, el interiorismo, el diseño industrial, gráfico y de mobiliario debe reinventarse es precisamente este sector asistencial creciente. En España, a pesar de lo que se cuenta, faltan hospitales. Según la OMS, tenemos 32 camas por cada 10.000 habitantes, menos que Eslovenia y al nivel de Albania, mientras que la ratio en Francia es de 69 y en Alemania de 82. Tenemos, pues, un largo recorrido por delante y una oportunidad para hacer las cosas mejor. Edificios acogedores con distribuciones no solo racionales sino orgánicas, señalizaciones claras y precisas, repensar las aparatosas camas, los amenazantes instrumentos, los angostos pasillos, las gélidas salas de espera... Un nuevo humanismo que acomode aquellos espacios donde uno se siente más frágil y vulnerable. Donde se pasa de la intimidad a cierta intimidación. Un apasionante mundo a reinventar desde la nueva sensibilidad participativa y el genio creativo. Donde la Administración pública debe volver a tomar la iniciativa que ha ido abandonando.