Josep Ibern: de interrogado sospechoso a cómoda víctima

JOAN SALICRÚ

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Josep Ibern, el hasta hace dos años director general de Caixa Laietana, entró el lunes con rostro grave en la sala del Parlament donde tenía que reanuadarse la comisión de la CIREF , consciente de qué iba a someterse a un verdadero examen. Hay que tener en cuenta que la sesión del martes pasado, la primera dedicada a Laietana, llegó a la conclusión que los errores en la gestión de las participaciones preferentes tuvieron lugar una vez Pere Antoni de Dòria abandonó la dirección general; es decir, que si había algun responsable, este tenía que ser su sucesor Ibern. Había, pues, mucha expectación.

Empezó su comparecencia, con voz nerviosa, leyendo un texto escrito, bien preparado, en el que contextualizaba su actuación al frente de Laietana. Dio multitud de datos y explicaciones y, desde el primer momento, quedó clara la tesis que quería asentar en los cerebros de los presentes: mientras él tuvo el control de Laietana todo se hizo bien, cuando Laietana pasó a ser Bankia --por un cambio de las reglas de juego-- fue cuando empezaron los problemas y él ya no pudo hacer nada.

La estrategia estaba perfectamente trazada: no arremeter contra nadie, no trasladar la culpa a nadie en concreto. No tuvieron la culpa de nada ni los empleados, ni los directivos, ni los clientes ni los gobernantes. Fue una fatalidad que el tsunami --la crisis-- provocó. Nadie actuó de mala fe nunca; todo se hizo desde la más absoluta honestidad. "En ningún momento hubo voluntad de engaño des de Caixa Laietana", dijo. Obviamente, en concordancia con este planteamiento, quedó claró desde un principio que ni iba a pedir perdón ni aceptaba ninguna responsabilidad en lo sucedido. Vendió ese marco des del minuto cero y consiguió hacerlo creíble en las más de dos horas de sesión que protagonizó. Sorprendentmente.

Las preferentes; el tema estrella

Aunque también fue el primer presidente de la historia de Caixa Laietana que cobró por ejercer el cargo --en 150 años-- y que recibía también una buena suma por el cargo de gerente de la Fundació Caixa Laietana, Ibern vendió toda eso como un último servicio que quiso ofrecer a la entidad donde se crió. De hecho, dijo que básicamente acceptó la presidencia de Laietana porque se lo pidió Jaume Boter de Palau, su antecesor. Y que como todos los otros presidentes de cajas cobraban él también tenía que hacerlo. Ah, y se fue bajando el sueldo conforme veía que las cosas no funcionaban. Ante todo, la ética.

Las preferentes, el tema estrella: Laietana no hacía nada que no hicieran las otras cajas de ahorros. Y fueron muy pocas las emisiones que se hicieron desde Mataró --aunque fueran las más devastadoras--. Además, mientras existió Laietana, las preferentes se pagaron todas y hasta dieron beneficios a sus participantes. Por si fuera poco: cuando estalló el escándolo y el Ayuntamiento se lo pedía insistentemente, él se postuló para hablar con los manifestantes de las preferentes, pero desde Bankia le dijeron que no. Siempre alguien frustraba sus planes para actuar de forma honesta. El alcalde de Mataró, Joan Mora (CiU), decía que no con la cabeza.

Un mártir

Ibern llegó a presentarse como un mártir que compró 59.000 euros en participaciones preferentes, "dinero que ya daba por perdido", según admitió. No explicitó por qué no se acogió al arbitraje para recuperar el dinero. O no le venía de aquí o no consideró ético acogerse a esta medida tampoco.

Así las cosas, el exdirector general de Laietana, que había empezado la sesión cirscumspecto, llegó un momento en qué pareció encontrarse cómodo en su papel de interrogado. "Me gusta que me haga esa pregunta", le dijo a Ferran Falcó, portavoz de CiU en la comisión. Agasajaba a los diputados, tratándolos con sumo respeto, buscaba la empatía del público y hasta llegó a bromear sobre el busto que se hizo construir el exdirector general Pere Antoni de Dòria, al cual hasta ahora había ofrecido respeto infinito --no en vano, él creció a su sombra--.

Hubo un momento en que una asistente, invitada por el grupo de CiU, no pudo más y saltó a la yugular de Ibern. Cuando se aclaró la situación y alguien explicó que aquella señora era una víctima de Caja Madrid y no de Bankia, Ibern dio un vuelco de 180 grados a la interrupción y se señaló a sí mismo como la víctima: "Estoy harto de que se carguen todas la culpas en mí", vino a decir.

Entre la espada y la pared

Solo hubo un diputado que supo poner entre la espada y la pared al exdirectivo. David Fernàndez, de la CUP, que relevó en ese papel a Josep Vendrell (ICV-EUiA), que el martes pasado consiguió sacar de sus casillas a Pere Antoni de Dòria. Por un momento, Ibern quedó en falso y tuvo que admitir que era un engaño decir en los prospectos del 2005 que las preferentes era para personas "aversas al riesgo" cuando en realidad era un "producto financiero de riesgo". Una forma de funcionar de la que él estaba perfectamente informado pues --aunque también lo negó-- en Caixa Laietana todo el mundo tenía claro que Ibern era la mano derecha de Dòria desde el 2002 -cuando le hicieron director general adjunto- y que tenía capacidad ejecutiva.

Fue casi el único momento en el que los papeles volvieron al principio de la sesión, comparecencia que se cerró inesperadamente con Ibern saliéndose con la suya. De sospechoso interrogado a cómoda víctima. El arte de las palabras es a veces verdaderamente espeluznante. Ayer Ibern consiguió distraernos a todos y que saliéramos a la calle pensando que todo lo que pasó casi fue obra del destino.