tú y yo somos tres

De Belén al cierre

FERRAN MONEGAL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Esta videofoto que ilustra esta columna corresponde al programa Tómbola (Canal 9) del 13 de julio del año 2000. Fue el inicio de la gloriosa ascensión de Belén Esteban como estrella televisiva del cotilleo nacional. Han pasado 13 años de aquello. Y la vida de Belén, y la del canal que la impulsó, lejos de ser vidas paralelas, no pueden ser más divergentes. La criatura surgida del Hotel Ambiciones -como llama ella ahora a la mansión jesulina- ha adquirido fortuna y popularidad en cantidades fabulosas, y se ha transformado en princesa del pueblo, título que recibió consagración pública el otro día, en la fiesta de La razón, cuando la otra princesa, la de La Zarzuela, fue a saludarla cariñosamente. En cambio la televisión que la encumbró, el Canal 9, acaba de ser condenado a muerte súbita por el presidente de la Generalitat de Valencia. Dado que el político que la cierra es del mismo partido que el que había 13 años atrás -y que no han dejado de estar en el Gobierno todo este tiempo- cabe preguntarse por qué han decidido romper ellos mismos su propia herramienta.

¡Ah! El diseño era perfecto. Crearon un establecimiento gastronómico en el que ofrecían un menú muy pintoresco: los primeros platos eran esferificaciones al sifón sobre alcahuetería a granel. Tómbola fue su plato estrella. Y para los segundos, más contundentes, se confeccionaban hamburguesas picando la actualidad político-social al gusto del grupo en el poder. Se fichaban expertos en la manipulación de la hamburguesa que iban engrosando los despachos, mientras una legión de curritos de a pie actuaban de peones de una maquinaria ante la que no podían poner objeciones, so pena de salir por la puerta.

El sistema era el mismo que se instaló en las extintas cajas de ahorros: llenarlas de cargos fieles que fueran manipulando la caja en beneficio de quien les nombró.

Puede, pues, parecer una rareza que el propio PP liquide lo que inventó como instrumento de influencia. No es una rareza. Parece que ya hay conversaciones entre los verdugos y un grupo de amiguetes. Se van a quedar el cuerpo de la tele difunta a precio de saldo. O sea, se va a privatizar la manipulación de la hamburguesa. Y entretanto, Fabra va formulando el tramposo silogismo: «No le puedo decir a un valenciano que tengo que cerrar un colegio, porque tengo que pagar la tele», para intentar camuflar que con esta defunción alguien hará un negocio redondo.