IDEAS
Lou Reed, el superviviente
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Nunca fui un heavy, lo juro por Paul Weller, pero a los 15 años escuché muchas veces, grabada en un casete, una canción de ese grupo español llamado Barón Rojo. Era una canción de aires épicos, titulada Concierto para ellos, y aún me acuerdo del estribillo: «Por Janis, Lennon, Allman, Hendrix, Bloan, Bonham, Brian y Moon...». Me la aprendí de memoria porque la veía como un homenaje a todos esos rockeros de los 60 y 70 que vivieron deprisa, compusieron varios himnos generacionales y se fueron dejando una leyenda bonita.
Eso ocurría en 1982, cuando Lou Reed ya era un superviviente y lo sabía. Unos años antes habría podido salir en la lista de la Joplin y compañía, igual que Iggy Pop, pero entonces había iniciado una especie de transición, con letras más narrativas y una voluntad de madurez -había cumplido los 40, caramba, y había visto morir a los otros-. Ese mismo 1982, publicó un disco muy bueno y poco reconocido, The blue mask, sobrevolado por el escritor Delmore Schwartz, que había sido su profesor de escritura y amigo en la universidad de Siracusa, y una influencia esencial. Lou Reed contaba que una vez, hablando de su futuro, Schwartz le advirtió de que si se vendía o escribía porquería, él volvería de entre los muertos para atormentarlo. En la primera canción del disco, My house, el espíritu de Schwartz está instalado en casa del cantante, pero de buena fe: «Realmente tengo una vida con suerte, con mi escritura, mi moto y mi mujer, y por encima de todo un espíritu en esta casa de piedra y madera».
La muerte de Lou Reed, a los 71 años, trae un nuevo escenario: el ídolo que frecuentó el otro lado, y siempre volvió, muere de una enfermedad normal. Hasta ahora no pasaba muy a menudo, pero tendremos que acostumbrarnos. Aunque la mitología musical dé a esos hermosos perdedores una pátina de inmortalidad, también envejecen. Estos días, pensando en Lou Reed, me vino a la memoria el fantasma de Schwartz: quizá lo que él le enseño, la literatura, fue lo que le ayudó a sobrevivir.
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