Guerra, déjanos en paz

"Si los viejos próceres del socialismo de la Transición no comprenden que la sociedad es dinámica y que urge adecuar el discurso a los nuevos tiempos mejor que se retiren"

Alfonso Guerra habla con Alfredo Pérez Rubalcaba, en los pasillos del Congreso, el pasado 17 de octubre.

Alfonso Guerra habla con Alfredo Pérez Rubalcaba, en los pasillos del Congreso, el pasado 17 de octubre. / JLR

JOAN FERRAN

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No puedo evitarlo. Cada vez que Alfonso Guerra sale del frigorífico me siento inquieto. Confieso, sin ir más lejos, que su último libro de memorias me causo desazón. Olía a revancha, a guiso auto justificativo con ajuste de cuentas. Ayer volvió a subir a la lidia mediática para atizarle un directo a la mandíbula del PSC y una patada por lo bajines a Rubalcaba. Mal asunto para perro flaco. Mal servicio a los resistentes que confiamos en la posibilidad de una salida negociada que contemple una reforma de la Constitución en una perspectiva federal. Y es que algunos deberían entender que, al igual que en Catalunya nos negamos a admitir que cuatro nacionalistas iluminados repartan patentes de catalanidad, también va llegando la hora de recordarle a la vieja guardia del PSOE que nadie posee en propiedad el copyright del socialismo en todas sus variantes. Si los viejos próceres del socialismo de la Transición no comprenden que la sociedad es dinámica y que urge adecuar el discurso a los nuevos tiempos mejor que se retiren, dejen paso o escriban sus memorias.

La socialdemocracia lleva más de un siglo meditando y discutiendo como encajar las cuestiones llamadas ‘nacionales’ en sus discursos y programas. Nunca fue ello tarea fácil y exenta de polémica y tampoco lo va a ser ahora. Ya Eduard Bernstein Karl Kautsky, a finales del siglo XIX y principios del XX, discutieron con pasión acerca del sentido de los estados nacionales y del papel de la clase obrera respecto al nacionalismo. No en vano Rosa Luxemburgo defendió con fiereza su convicción de que el apoyo a los estados nacionales era la antesala de la contrarrevolución capitalista... Alfonso Guerra sabe que en Europa llevamos más de 150 años debatiendo el rol de los partidos de izquierdas en la dinámica de los estados y las naciones. Sabe, o debería saber por experiencia personal, que nada es estático y que uno de los principales problemas actuales de la familia socialista es hallar respuestas a las preguntas y retos de la sociedad. Entre esos retos se visualiza la emergencia de fenómenos culturales, religiosos e identitarios de nuevo cuño.

Mariano Rajoy nos golpea con la literalidad de una sacrosanta Constitución sin aceptar interpretaciones ni lecturas compartidas. Alfonso Guerra apela al rescoldo de un sentimiento socialista que pervive en el pensamiento de muchos ciudadanos pero obvia que esa brasa hoy prefiere manifestarse de otra manera distinta a la suya. Con todo respeto y consideración, creo sinceramente que el socialismo de Guerra esta gastado, es tan estático y paralizante como el dogma ‘ppmariano’ de la Constitución.

Hay un nuevo socialismo en puertas crítico y de base emergiendo en la sociedad. El PSC intenta dialogar y congeniar con él. Lo hace a pesar de los viejos guerreros defensores de las esencias que se resisten a salir del escenario. Todo el mundo sabe que el PSC no es independentista ni nacionalista. Se define sin tapujos como federalista. Cualquier otra consideración al respecto deviene impropia y maliciosa.