La rueda

«Introduzcamos algunas peoras»

JULI CAPELLA

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E l diseñador madrileño Cruz Novillo nos contaba con sorna cómo copiaban los empresarios españoles en los años 60. Viajaban a las principales ferias extranjeras, allí recogían toda la información posible, hacían fotos de extranjis, arrasaban con los folletos y, si era posible, compraban algún producto. A la vuelta lo desmontaban en la fábrica, lo analizaban y finalmente «introducían algunas peoras» para producirlo. Todo debía ser más sencillo, con menos potencia, más delgado, algunos botones incluso no funcionaban, para ofrecer menos prestaciones. El producto final debía ser muy barato para encajar en el depauperado mercado español. Las leyes proteccionistas nacionales castigaban la importación y permitían esa copia descarada.

Una práctica típica de países pobres pero que ya no sirve en los desarrollados, pues el precio final no es el factor determinante de compra. Por eso ahora la estrategia de nuestras empresas es la opuesta, la lógica introducción de mejoras. Ojo, no solo la introducción de novedades, sino de verdaderas mejoras. Hacer algo diferente es relativamente fácil, por ejemplo, una silla de siete patas; pero hacer una mejor es la clave. Ahora bien, ¿cómo sé que es mejor? Se vislumbran muchas tendencias: la multifuncionalidad, la miniaturización, el ecodiseño, los objetos afectivos, la personalización… y aun así no es suficiente. Hay que saber difundirlo y promocionarlo socialmente. Si no, no existe. Además, con un producto malo puedes engañar a una persona toda la vida o a muchas una sola vez, pero nunca a todas siempre. La celeridad comunicativa masiva permite un incisivo intercambio de opiniones. No es fácil pegársela a la gente con la proliferación de foros on line. El viejo eslogan del detergente Colón se ha convertido en posible: busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo. Amén.