La convivencia en Catalunya

Nunca es tarde si la dicha es buena

Los partidos deben asumir que las culturas catalana y española son hermanas; lo que separa es el Estado

LLUÍS CABRERA

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Bajo el liderazgo de Carod-Rovira, ERC ya había hecho guiños en este sentido, pero me alegra muchísimo que Oriol Junqueras declare a los cuatro vientos: «La gente de ERC amamos la lengua española, la cultura española y España, pero no confiamos en el Estado». En el último debate de política general, Junqueras le quitó espacio a Jordi Cañas, el que fue del PSC-PSOE y después optó por Ciutadans, expresándose un ratillo en castellano, un hecho insólito hasta ahora en partidos que se reclaman herederos del catalanismo.

Estoy muy contento de que este pasaje provocado por Junqueras se produjera en el Parlament. El resultado de la consulta nos indicará si seguimos en las estructuras del Estado u optamos por la secesión; es decir, nos separamos de un vecino que nos moja la ropa cuando la tendemos, nos pasa el cepillo sobre el traje de la reforma del Estatut y no hay manera de que entienda que las grandes manifestaciones o vías de las dos últimas Diades no son flor de un día.

Lo que ocurre es que el detalle de Junqueras llega tarde. Da la impresión de haberlo cocinado deprisa y corriendo para presentarlo en el Parlament. Parece que no debe conocer el pensamiento de algunos de sus cuadros, y evidentemente no dispone de tiempo para contrastar su idea con las bases. Exactamente igual le ocurre a CDC cuando Josep Rull anuncia la buena nueva allí donde la lengua catalana se usa en la escuela pero brilla por su ausencia al cruzar la puerta. Si Rull Junqueras van en serio, antes que pescar en río revuelto deberían convencer a su militancia de que la lengua española, la cultura española y España habitan en un cubículo que los catalanes amamos. Otra cuestión muy distinta es el Estado que nos oprime.

En primer lugar, la lengua española y la catalana son hijas de la misma madre. Ambas disponen de un montón de mimbres comunes y al separarlos es cuando nos vemos en la necesidad de mostrar nuestro mutuo y eterno amor.

Dos formaciones -CiU y PSC- que usaron aquello de «a Dios rogando y con el mazo dando» en materia de identidades en Catalunya  están perdidas en el espacio. CiU, desde la Generalitat, en sus 23 años de gobierno inyectando ideología pura en función de si eras o no catalán, de si te habías integrado o no, reducido a si hablabas o no el idioma propio. No olvidemos, por su envergadura, el  trato paternal y redentor de CiU hacia el mundo regionalista. La otra coalición, PSC-PSOE, desde el poder que le otorgaban la diputación, el Ayuntamiento de Barcelona y los entes municipales metropolitanos, jugueteando con otra de las purezas, la andaluza, fija en el tiempo, impenetrable, copiando los mismos tópicos que ejemplificó el franquismo, enquistada esa pureza fuera de su hábitat natural e impermeable en lugar ajeno. Un disparate que más pronto que tarde las dos coaliciones deberán analizar y por el que quizá deberán pedir perdón.

Miren ustedes: no inventen abstracciones, no se metan en camisas de once varas. Actúen, trabajen, hagan lo que consideren, pero expliquen sin complejos que fandangos, romances, tonadas, cantes de trabajo y de trilla, jotas y otros elementos de la cultura hispánica y mediterránea nos pertenecen, son patrimonio cultural histórico de todos. No existen propietarios de una identidad separada de la otra; son la misma.

Por favor, anuncien, griten hasta que la ronquera no les deje pronunciar palabra, que la rumba catalana pertenece al acervo popular de aquí igual que la sardana, los castellers, el correfoc, la tenora, la viola de gamba y el acordeón del Pirineo. Háganlo y añadan que la rumba catalana es prima de la flamenca.

Las buenas intenciones en eso se quedan. Lo que ocurre es que no podemos separar la yema de la clara. El huevo es huevo por esos dos componentes, exactamente igual que la cultura catalana está preñada de la española y esta de la otra. Juntémonos, sumemos, que falta nos hace. La fatiga de la esperanza hace mella en nuestras fuerzas. Es al Estado español al que le hemos de decir adiós con alegría, sin odio, sin revanchismos inútiles, manteniendo los vínculos afectivos con nuestros antepasados vivan aquí, allá o en el infinito.

Nada de amargura ni resentimiento. Al contrario, meneando la cintura todo lo que podamos y entrelazando las lenguas hasta que el roce nos transporte al goce. Si desde Catalunya somos capaces de amputar un trozo al Estado grande y construir un Estado pequeño, con el paso del tiempo nuestros descendientes tendrán la oportunidad de autodeterminarse y crear el estado individual. Son los individuos los que sufren el maltrato de los Estados, pero para poder ser libres hemos de saborear que es verdad que en el bote pequeño está la buena confitura.