El dolor no puede juzgar ni legislar

Ángeles Pedraza, presidenta de la AVT, y Mariano Rajoy, ayer en la Moncloa.

Ángeles Pedraza, presidenta de la AVT, y Mariano Rajoy, ayer en la Moncloa.

DAVID BELZUNCE

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Como si de un tuit se tratara, algunas voces populares y populistas tratan estos días de encorsetar en una sola frase la mayor cantidad de miedo posible. “Las calles de nuestro país se van a llenar de terroríficos y sanguinarios asesinos, terroristas, pederastas y violadores sueltos e impunes”. Pero en nuestro Halloween particular, el que nos pintan desde las asociaciones de víctimas del terrorismo y colorean desde algunas tribunas de opinión, hay muchas cosas que no son verdad.

La derogación de la Doctrina Parot por parte del Tribunal de Estrasburgo no supone en ningún caso que determinados presos no vayan a cumplir con su condena sino que se les va a aplicar en igualdad de condiciones la reducción de pena por beneficios penitenciarios. Por lo tanto, aquellas personas que queden en libertad lo harán porque ya han cumplido con su sentencia. Insistir en qué crímenes fueron causados por cada cual y cuantas muertes provocaron funciona muy bien para la propaganda del miedo, pero transmite el peligroso mensaje de que hay que hacer justicia incluso después de un encarcelamiento y somete a los presos a una condena de por vida, la de la estigmatización.

Por repetido que sea, no existe una consciencia pública suficiente de que el propósito del sistema penitenciario es la reinserción social del condenado. La privación temporal de su libertad funciona como medida correccional para el preso, no como venganza por al crimen cometido por muy detestable que éste nos pueda parecer. Afortunadamente, los Derechos Humanos son universales y nos deben amparar a todos, incluso a aquellos que injustamente han anulado el derecho a la vida de otras personas. Y esto es así porque aplicar el ojo por ojo nos convertiría en una sociedad rencorosa y vengativa en la que no existiría algo tan básico como es el derecho a tener una segunda oportunidad.

Entiendo el dolor de las víctimas y la enorme empatía que despiertan en el conjunto de la sociedad. Es probable que un país que ha vivido el terrorismo tan de cerca tenga que caminar de la mano de ese dolor durante mucho tiempo. Ahora bien, la justicia debe filtrar ese sentimiento para tratar de ser lo más equitativa posible. Como bien decía recientemente Iñaki Gabilondo en un editorial, del mismo modo que en los jurados populares se se descarta a aquellos miembros que puedan tener un vínculo emocional con los implicados, no podemos permitir que las asociaciones de víctimas lleven la batuta de la política antiterrorista ni penitenciaria de este país. Porque el dolor no puede juzgar ni legislar.

Sorprende y desanima ver como el mismo país que permite que los responsables de negligencias políticas y financieras permanezcan impunes y en la calle se vuelve visceral y vengativo pidiendo que aquellos que entraron en la cárcel y han cumplido su condena permanezcan permanentemente allí.

@David_Bel | http://davidbel.es