Yo, a Francia, tú, a Kosovo

EVA PERUGA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A la edad de Leonarda Dibrani, 15 años, vivir en un lugar u otro del planeta decanta la vida, entre la libertad y la esclavitud, ambas entendidas en el más amplio sentido. Si ustedes piensan que por estar Kosovo en Europa y por tener solo la manejable cifra de dos millones de habitantes, las jóvenes tienen una educación propia de Occidente, se equivocan. El 61% de la población femenina no ha tenido una enseñanza formal, el analfabetismo funcional domina la población femenina de las zonas rurales y el analfabetismo a secas es del 17% entre la comunidad gitana, a la que pertenece Leonarda. Así, pues, su expulsión de Francia será determinante.

En Kosovo, la falta de educación invalida a las mujeres para optar  a la mayoría de trabajos y las empuja a la notable violencia machista. Que el derecho a la educación vaya más allá del papel y la voluntad no sucede a menudo en los países no desarrollados. Casi la mitad de la población mundial tiene menos de 24 años y 1.700 millones son niñas y chicas. En realidad tan solo hace 60 años que los gobiernos dieron su plácet a las declaración de la ONU sobre el derecho de los niños y las niñas a la educación.

Si vives en Togo, por ejemplo, puedes encontrarte entre el 16% de  adolescentes que identifican a su profesor como el causante de su embarazo no deseado. En la adolescencia es cuando el papel de ellos y ellas sufre una división, casi siempre irreparable. El hecho de verse obligadas a abandonar la escuela sitúa a las crías en un sendero del que no podrán separarse. Mientras ellos ganan conocimientos y experiencia laboral, se independizan de la familia y, por tanto, se hacen autónomos, ellas se adentran en la reclusión que las arrojará a un matrimonio prematuro, maternidades no deseadas, exclusión o precariedad laboral. Entre vivir en un país con la exigencia de los 18 años para casarse y para abandonar la escuela y vivir en otro  que  ampara el matrimonio nada más tener la primera regla hay, sin duda, un abismo.

Para la joven Leonarda la conclusión de los estudios secundarios, la puerta a una vida mejor quedará cerrada si permanece en Kosovo. Un Estado  en el que la violencia contra las mujeres forma parte de una herencia de separación aún sangrante.  Un territorio europeo identificado con las mafias, con el tráfico de personas. Cerca de un millón de chicas y niñas son víctimas del tráfico que tiene lugar a escala global cada año.

Una ciudad, Mitrovica, donde la joven transpira la división entre servios y albaneses. Ahí su comunidad es minoritaria y gran parte de ella envía a sus hijos a la parte serbia porque de ahí consigue la mayor subvención. Nada que ver con las oportunidades que podría tener en Francia, más todavía al tratarse de una persona de una minoría. Es brutal la distancia entre ambos estados europeos.

Así que no es solo la diferencia para las niñas entre en Pakistán o en Finlandia. En el primer caso, con muchísima suerte, puedes acceder a un ingenioso sistema en el que las chicas reciben SMS -a través de un mòvil low cost y una tarjeta prepago- para conectarse con una especie de escuela virtual donde asentar los conocimientos de base adquiridos. En el norte de Europa, "los políticos, los pedagogos, los empresarios, los estudiantes... Todos saben que la educación es el principal recurso del país para competir en le mercado internacional y para construir una ciudadanía cívica", afirma Tony Wagner en el documental The Finland Phenomenon: Inside The Word's Surprising School System. Así que tú, mejor a Francia.