Francia tiene miedo

Hollande conversa con sus ministros Laurent Fabius (izquierda), Jean-Marc Ayrault (segundo por la izquierda), Jean-Yves Le Drian (segundo por la derecha) y Manuel Valls (derecha), la semana pasada en el Elíseo.

Hollande conversa con sus ministros Laurent Fabius (izquierda), Jean-Marc Ayrault (segundo por la izquierda), Jean-Yves Le Drian (segundo por la derecha) y Manuel Valls (derecha), la semana pasada en el Elíseo. / cmm

EDGAR ROVIRA

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'La France a peur' (Francia tiene miedo) son las palabras utilizadas en 1976 por el presentador de noticias de TF1, Roger Gicquel, y que ahora más de un analista, como Michael Winock, recupera para describir la situación actual del país.

Cómo buena parte de los países europeos, Francia sufre los efectos políticos y sociales derivados de la crisis económica. A pesar de disfrutar de mayor estabilidad que los vecinos del Sur de Europa, los franceses también tendrán que afrontar su propia versión de la crisis de legitimidad de las instituciones tradicionales y, en su caso, la nostalgia de un liderazgo que ayude al país a superar unos retos por los cuales nadie parece tener respuesta.

El caso de Leonarda, la alumna gitana expulsada del país, ha puesto en entredicho las políticas de inmigración del gobierno socialista, y las últimas encuestas que dan al Frente Nacional el primer lugar en las europeas del año próximo, son los últimos episodios de este momento de incertidumbre general.

Las señales vienen de lejos. El pasado enero se hacía pública una encuesta de Ipsos que realizaba la mejor radiografía del estado de ánimo en el que se encuentran los franceses. Tres titulares: El 87% de los encuestados están de acuerdo en que Francia necesita un verdadero líder que restablezca el orden, el 70% piensa que hay demasiados extranjeros en el país, y el 61% cree que la globalización es una amenaza para el devenir de la nación francesa.

El cuadro lo completan datos como el 55% que cree que el poder económico francés ha disminuido significativamente, el 63% que opina que la influencia cultural francesa ha menguado, y el 51% que piensa que la decadencia de Francia es inevitable. También hay otras cifras que ya nos suenan más habituales dentro del contexto de crisis como por ejemplo la creencia de que los políticos actúan movidos por sus intereses personales (82%), que el sistema democrático no funciona correctamente (72%), o que es necesario reforzar los poderes de decisión del país aunque esto limite el poder de decisión de Europa (65%).

Este es el escenario en el que Marine Le Pen y el Frente Nacional se han hecho fuertes. Su electorado es el que más se identifica con los tres titulares: nostalgia de la autoridad, identificación de la inmigración con los problemas económicos y de convivencia, y posición defensiva respecto a la globalización, cuando no directamente de retirada en el caso del euro.

Así las cosas, algunos analistas apuntan que Hollande habría renunciado a hacer frente directamente. Un sondeo publicado la semana pasada establecía un nuevo record negativo para el Presidente: sólo un 24% de los encuestados lo valora positivamente. Consciente de estos problemas habría cedido la iniciativa a su ministro de Interior, Manuel Valls.

Una vez conocida la encuesta de las europeas, Valls dio un paso al frente y llevó su mensaje hasta límites poco frecuentes en un político socialista, a la vez que hacía efectivos planes de expulsión de inmigrantes sin permiso de asilo. Los resultados, al menos entre la opinión pública, no se han hecho esperar. El mismo sondeo que hundía todavía más Hollande convertía al ministro en el político mejor valorado con un 56% de opiniones favorables. Aunque esp sí, ha escorado su posición hasta el punto de ser más muy valorado entre los votantes de la UMP (70%) que entre los votantes socialistas (57%).

Hace unos días en José Ignacio Torreblanca, analista del European Council on Foreign Relations, decía que "si dejas que la extrema derecha haga la agenda, la agenda será de extrema derecha." La observación se hacía en otro contexto y por un tema completamente diferente, pero creo que es absolutamente pertinente para el caso francés.

Incapaz de hacer frente a los retos económicos, y con un problema de liderazgo evidente, el Partido Socialista ha optado por una estrategia política que solo se puede entender en un contexto absolutamente extraordinario como el que estamos viviendo. Hacer política en campo contrario. Triangular, como decía el mítico asesor de Bill Clinton, Dick Morris. Hacer tuyas las ideas de tu oponente invalidando así su propuesta y sus ataques. Falta por ver si la izquierda francesa está dispuesta a jugar con las reglas de Le Pen.