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Astérix está muerto

RAMÓN DE ESPAÑA

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La magna exposición que la Biblioteca Nacional de Francia, en París, dedica al universo de Astérix y Obélix, los galos irreductibles, tiene mucho de homenaje a los difuntos, aunque coincida en el tiempo con la aparición de un nuevo álbum que ni está escrito por René Goscinny (fallecido prematuramente a principios de los 80) ni dibujado por Albert Uderzo (que había asumido las tareas de guionista, con bastante mala fortuna, tras la muerte de su socio).

De hecho, Astérix y Obélix murieron a la vez que Goscinny, escritor formidable, dotado de un sentido del humor eficaz, sutil y a menudo hilarante, a quien también debemos Las aventuras del pequeño Nicolás, ilustradas por el gran Roland Sempé. Entre otras cosas, yo destacaría que dirigió la revista Pilote durante años hasta convertirla en un referente fundamental de la historieta en general y de la bande dessinée francófona en particular.

Albert Uderzo es un dibujante excelente, nadie lo duda, pero Dios no le ha llamado por el camino de la escritura. Después de la muerte de Goscinny, yo me seguía comprando los álbumes de Astérix por inercia, como iba a ver las películas de James Bond, que cada vez eran más malas. Supongo que quería volver a 1962, cuando leí Astérix el galo y vi Agente 007 contra el Dr. No, dos epifanías formidables experimentadas a la tierna edad de 6 años. Hasta que me cansé de Astérix y de Bond y me puse a buscar pastos más verdes.

Actualmente, las aventuras de los galos solo son para mí un recuerdo agradabilísimo, no un material vivo. Seguro que los autores que se han hecho con el personaje clavarán el estilo de Uderzo y tratarán de reproducir de la mejor manera posible el gracejo de Goscinny, pero dudo de que lo consigan: lo más probable es que se repita la jugada de continuar Les aventures de Blake & Mortimer tras la muerte del historietista belga Edgar P. Jacobs y que se obtenga algo similar a la pizza congelada, que reúne todos los elementos de la original, pero que no sabe a nada.

Conclusión: me encantaría ver la muestra consagrada en París al difunto Astérix, pero la nueva entrega de sus aventuras se la va a comprar su padre.