APUNTE

Harold Pinter sigue vivo cada noche de función

JOSEP MARIA POU

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La vida de un actor es lo más parecido a un viaje en el Dragon Khan. Te suben, te bajan, te encaran al abismo, te sueltan al vacío, remontas como puedes, y vuelta a empezar. Uno aprende enseguida a disfrutar de lo bueno antes de que se acabe y a olvidarse de lo malo, que tiene fecha de caducidad también.

Entre tanta ida y venida, surge, a veces, el momento mágico. Y aprendes a vivir ese momento como si de él dependiera no solo tu futuro sino hasta pasado y presente colgados del mismo hilo. Así fue como viví, hace un par de noches, el estreno de Terra de ningú (No man's land), de Harold Pinter, en el Teatre Nacional de Catalunya.

El placer de hacer Pinter es el placer de sentirte privilegiado y el placer de que se sepan privilegiados cuantos acuden a ver la función. Privilegio que, desde hace años, viene disfrutando el público de Barcelona, porque el teatro de Pinter es, por suerte, visita recurrente en los escenarios de la ciudad. Me atrevería a decir -me faltan datos concretos, pero me fío de la memoria y me arriesgo- que Barcelona es uno de los lugares del mundo (Londres, aparte, of course) con mayor y más continuada presencia de Pinter en la cartelera, lo que coloca a la ciudad en terreno también de privilegio.

El estreno de Terra de ningú ahora en el TNC coincide con el que tendrá lugar dentro de una semana en Broadway, donde Ian McKellen, Patrick Stewart, Billy Crudup y Shuler Hensley dirán en inglés lo que Lluís Homar, David Selvas, Ramon Pujol y yo mismo decimos cada noche en catalán, en soberbia traducción de Joan Sellent.

En Broadway, en el denostado, superficial, frívolo y -para muchos- decadente Broadway, en el Broadway del gran público y los 2.500 espectadores por función, esta obra de Pinter coincide, a su vez, con otra del mismo autor, Betrayal (representada varias veces en Barcelona; en la última ocasión de la mano de Xavier Albertí, artífice también de Terra de ningú) que ahora protagonizan Daniel Craig (Bond, James Bond) y su esposa Rachel Weisz (la Hipatia de Amenábar). La misma función se representa desde hace meses en Buenos Aires con dirección de Rafael Spregelbrud. Y en París, la Comédie Française se llena cada noche para ver L'anniversaire (The birthday party), una de las primeras obras del premio Nobel inglés.

A los cuatro años y poco de su fallecimiento, Harold Pinter sigue vivo cada noche por voluntad expresa de quienes aman el teatro. Que cada día son más, caiga quien caiga y le pese a quien le pese.