La Résistance

RISTO MEJIDE

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S e resiste el otoño. Se resiste el calor en marcharse y el frío en llegar. Se resiste la lluvia. Vaya, ha sido escribir esto y empezar a hacer un frío del carajo y una tormenta de ahí te espero. Bueno da igual. Sí se resiste la recuperación económica. Y los buenos datos, esos brotes que nos traen mucho más marrones que verdes. Y lo que te rondaré morena.

Pero si hasta Rajoy se resiste en dejar de hacernos reír por no llorar. Porque no me digas que no estaba irresistible con ese floripondio en la solapa. Qué mono, por dios. Claro, en Japón será todo un símbolo de distinción más que respetable y honorable. Pero es lo que pasa con los símbolos, que no siempre viajan bien, los metes en un vuelo de 14 horas y te llegan hechos unos zorros. Aquí, tal como están las cosas, juntas a nuestro presidente fin-de-la-cita con una rosa rodiezmera de proporciones Milikianas, una declaración al día siguiente sobre los hilillos radiactivos de Fukushima y una nueva fuga justo en el momento de su intervención, y el espectador pasa a buscar lo mismo que el asistente a un bukkake (término japonés): que salga el chorrito, pero que salga ya.

Resiste, «sé fuerte», le dijo la sartén al cazo por sms. «Soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie», nos dijeron Manuel y Ramón.

Por cierto, no sé a qué viene tanto alboroto con la reverencia de Rajoy al emperador japonés Akihito. Nuestro presidente es incapaz de doblegarse ante nadie, sobre todo si no le quitan antes el palo que lleva metido desde Bruselas. Si queréis ayudarle, no le busquéis un protocolo, sino un proctólogo.

Y ya que estamos con el fontanero, su mujer y otras cosas de meter. Se nos resisten los mitos. Mi admiradísima Mariló Montero insiste en pasar de su condición de mítica al estatus directamente de legendaria. Y lleva todo el camino de conseguirlo. Me pregunto si su neurona también habrá quedado bien blandita después de sus últimas declaraciones. Espero que sí.

La Tierra -la de todos y les de l'Ebre- se nos resiste a que le metamos mano por un puñado de dólares. Y 17.000 Lampedusas en 20 años se resisten a que olvidemos todo aquello que Europa no quiere ver.

La vida entera es resistir. Cada día, tu única decisión relevante es a qué te vas a resistir, pero también qué vas a cambiar. Porque el cambio no deja de ser resistencia en movimiento. Sobre todo cuando hay gente que araña otro puñado de votos, minutos o euros si tú decides quedarte igual.

Y ojo, porque detrás de cualquier resistencia, lo que está en juego es la supervivencia de algo tan sagrado como un matiz. Un algo que no es liso. Que sí, pero con salvedades. Que vale, pero no.

Yo me resisto a que me supriman los matices. Porque la civilización es el triunfo del matiz. Porque cada matiz del que disfrutamos es probable que haya costado muchas vidas. Y porque una diferencia es una resta que da cualquier cosa, menos cero. En eso está basada hoy la convivencia pacífica entre personas. A base de política de brocha gorda, igual nos cambian la pared de color cada cuatro años, pero jamás podremos disfrutar de unas Meninas, unos Girasoles o unas señoritas de Avinyó.

Pasará lo que tenga que pasar con Catalunya, con España, con Europa y con la madre que nos parió a todos, pero yo me resisto a que nos uniformen los matices. Me niego a tratar a las personas como topónimos, a que limen nuestras diferencias dentro y fuera de cualquier territorio a fuerza de roce del malo, del que no hace el cariño.

Que tengo más cosas en común con algunos amigos madrileños que hasta son del Real Madrid -pobrets-,

que con algunos culés que han nacido en el mismo barrio que yo. Pero que también amo Catalunya porque la conozco, he con-vivido aquí toda mi vida, y odio verla languidecer por culpa de una anorexia fiscal y económica al punto de la anemia desde que la incompetencia, la mala gestión y la corrupción vaciaron sus arcas.

Y a todo esto, me ofende profundamente que alguien piense que la solución a todos nuestros problemas sigue siendo una supuesta consulta tipo test. Pero también me mosquea que no se le deje a quien sea hacer una pregunta a quien le dé la gana, por estúpido que parezca. Sólo hay alguien más peligroso que el que dicta las respuestas: quien te prohíbe que preguntes. Tenerle miedo a una respuesta es consecuencia de la libertad. Tenerle miedo a las preguntas es el principio de cualquier tipo de esclavitud.

Matices, matices y más matices. Tonos imperceptibles en un mundo bicolor.

Tú haz lo que quieras.

Yo, mientras pueda, resistiré.

Porque el día que seamos todos iguales, habrá que decidir iguales a quién.