ARTÍCULO

Dirección política y trabajo bien hecho cada día

JORDI PUJOL

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Decíamos al día siguiente del Once de Septiembre que todo había ido muy bien. Y nos felicitábamos por, de una forma serena y tranquila, haber recorrido tanto camino. Tanto que el tablero de juego político –catalán y español– y la visión que se tiene de nosotros fuera de  Catalunya y fuera de todo el Estado han cambiado. Sobre todo en el sentido de entender que la reivindicación catalana tiene una consistencia popular y social, una madurez política y una pulcritud democrática del más alto nivel.

Y esto hace que ahora haya una momento de expectación. ¿Cómo reaccionará España? No tan solo el gobierno, sino también la sociedad. Es muy posible que hagan ver que no ocurre nada. O que intenten ajustarnos más los tornillos.

Y que intenten seguir con el «mantenella y no enmendalla». Esto, y la magnitud de los hechos que se han producido, y la actual complejidad de la vida política y económica hace que ahora vivamos un momento de incertidumbre. En momentos así puede haber mucha gente que opina, que da consejos, que empuja, y otra gente que quiere frenar. Nosotros no seremos de estos, de los que quieren frenar, o que van dando empujones, de los que quieren acelerar. Por lo menos de momento. Ahora este no es nuestro trabajo. Ahora nos basta con asumir en términos positivos todo el camino recorrido. Conscientes de que existe una actitud de fuerte determinación social. Y ponernos a disposición de un liderazgo fuerte y sereno. De un liderazgo social del gran movimiento político y social –social y político– que existe.

Afortunadamente todo indica que esta capacidad de liderazgo político y social está ahí. Por lo tanto, ayudémosle.

Pero paralelamente hay que hacer que todos nuestros activos rindan, no específicamente los políticos. Es decir, sociales, culturales, artísticos, económicos y tecnológicos. Todo aquello a lo que llamamos «hacer país».

Estos días se ha hablado de los Países Bálticos. Hoy nos volveremos a referir a los Países Bálticos, pero no al referente que fue su cadena humana hace más de treinta años, y que jugó un papel en su proceso de independencia. Sino a las consignas que unos años atrás había dado Landberghis, el líder del movimiento lituano. Unos años atrás, aún en pleno régimen de dominio ruso y soviético, habló de organizarse políticamente –a pesar de las dificultades legales y los peligros de todo tipo. Pero consciente de las dificultades que pesaban sobre Lituania, subrayó otro aspecto. Dijo que sobre todo era preciso defender la sociedad, la economía, la cultura y la lengua del país. Lo que se necesita es –dijo– «hablar lituano, trabajar nuestra tierra y hacer bien lo que nos toca hacer».

Y añadió una frase de humor, «y tocar bien el violín». Esta ironía se entiende porque él era profesor de violín. Era una forma de decir «hagamos bien y con espíritu de superación lo que podamos hacer bien». Es decir, fortalecer y enriquecer el país en todo lo que podamos. Con fidelidad, tenacidad y espíritu de superación.

Dijimos en un artículo reciente –10 de julio de 2013, «Tiempos de resistencia», que aconsejamos releer– que los tiempos difíciles que vivimos, tanto en el orden económico y social, como en el nacional y de la relación con España, no será de recuperación ni fácil, ni rápida. Y que por tanto nos tendríamos que preparar, en todos los terrenos, para tiempos difíciles. Pero que eso lo podríamos superar con una actitud firme de resistencia creativa. Es decir, a base de no renunciar a nuestro modelo de país y de sociedad, ni a nuestro capital social, económico y humano. Y a base de combinar el espíritu de resistencia y la creatividad.

Y a base de tener confianza en nuestra capacidad, en lo que hemos denominado nuestra fuerza serena y tranquila. Si repasamos lo que en estos momentos se está haciendo en Catalunya en el campo económico y en el cultural, veremos que los hechos justifican esta confianza en nosotros mismos. Resulta que Catalunya, de lejos, es quien más exporta de todo el Estado, el 27%. Más que las dos autonomías siguientes, juntas. Resulta que en una lista de los centros tecnológicos de más prestigio mundial, entre los treinta primeros, hay tres centros catalanes: el Institut Català de Fotònica (ICFO), la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA) y el Institut d’Estudis Avançats de Física (IFEA). Resulta que la acción de las entidades sociales catalanas, desde las de la Iglesia hasta las estrictamente cívicas, contra los efectos de la crisis y de la pobreza es muy altamente valorada, también en el conjunto del Estado. Resulta que ahora que en muchos países de Europa hay inquietud por el tema de la inmigración, cada vez hay más interés por la política de inmigración y de integración que se ha practicado y se practica en Catalunya. Y resulta que a pesar de las dificultades económicas del momento, la producción cultural y literaria del país mantiene un alto nivel en cantidad y calidad. Y la propia cadena humana del Once de Septiembre, no tan solo fue un gran éxito colectivo, sino también organizativo.

Porque tiene mérito convocar y llevar a cabo una manifestación tan grande como la del año pasado, pero una cadena de cuatrocientos kilómetros, con muchos desplazamientos de decenas y centenares de kilómetros de todos los lugares del país y con la exigencia de puntualidad, tiene mucho más mérito aún. No está al alcance de cualquier sociedad.

Resumiendo: tenemos motivos para sentirnos preocupados por cómo están las cosas. Y por la actitud muy hostil del Estado («que en un par de generaciones esto de la autonomía y de la lengua haya terminado»). Pero tenemos motivos para la esperanza si la dirección política del país puede actuar con un apoyo sostenido y si, como decía Landberghis, hacemos bien nuestro trabajo de cada día, somos fieles a nuestra identidad y sabemos conservar la calma, la convivencia y la esperanza.

Y si alguien duda de ello, que mire hacia atrás y se dará cuenta del camino trazado en muy poco tiempo.