MIRADOR

Una respuesta muy medida

ROSA PAZ

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Lo primero que llama la atención en la respuesta de Mariano Rajoy a Artur Mas es la ausencia de un no rotundo y ese tono moderado, contenido, hasta se podría decir que cordial, que despliega la misiva. Se deduce, por la redacción de la carta, que el presidente del Gobierno rechaza la petición del president de pactar la celebración de una consulta en Catalunya. Pero decirlo, así con toda nitidez, no lo dice. Es más, habla, en su arranque, del «exhaustivo análisis que exige el informe jurídico y político» elaborado por el Consell Assessor per a la Transició Nacional, en el que se recogen posibles «vías legales» para la consulta y al que da a entender que contestará más adelante.

Pero tampoco conviene engañarse. No parece probable que esta nueva actitud gubernamental vaya a desembocar en una consulta «tolerada» como quieren creer algunos dirigentes de CiU. No parece que Rajoy tenga esa disposición. No se sabe siquiera si está dispuesto a promover una reforma de la Constitución que mejore el encaje de Catalunya, como proponen, por ejemplo, los socialistas, porque en la carta solo se invoca genéricamente al respeto al marco jurídico y al diálogo para resolver los problemas «del conjunto de los ciudadanos». Con afirmaciones, igualmente mesuradas, eso sí, de que «juntos ganamos todos y separados perdemos todos», o de que «los vínculos que nos mantienen unidos no pueden desatarse sin enormes costes afectivos, económicos, políticos y sociales».

Si se tiene en cuenta que algunas de las voces más altisonantes de la derecha político-mediática española se decantan, día sí y día no, por responder al desafío soberanista con mano dura, lo que para ellos se concretaría en la suspensión de la autonomía catalana y el procesamiento de Mas, esta respuesta tan templada del presidente representa un alivio. Incluso algunas esperanzas. Especialmente, porque Rajoy parece haber descubierto ahora que el diálogo es un buen camino para resolver problemas y, claro, de haberse dado cuenta antes, quizás se podría haber evitado una situación tan próxima al choque de trenes como la actual.

Por poner un ejemplo, si Rajoy no se hubiera cerrado en banda a negociar el pacto fiscal que Mas le pidió en septiembre del 2012, a lo mejor el president no hubiera convocado elecciones anticipadas, ni CiU se hubiera lanzado con tanto ímpetu por esa vía soberanista. Ha pasado solo un año desde aquella visita de Mas a la Moncloa, pero vista la rapidez con que ha evolucionado el polvorín catalán, parece que haya pasado un siglo.

Lo que vaya a ocurrir a partir de ahora dependerá mucho de la interpretación que hagan Mas, CiU y el resto de fuerzas políticas catalanas de esta respuesta de Rajoy y de las esperanzas que les permita albergar el diálogo que ofrece. La carta no entra en concreciones, pero fuentes del Gobierno han dejado caer en los últimos días que el único pacto posible es sobre la financiación. Demasiado tarde para que solo sea eso.