CARNET DE VERANO

Un instrumento "indecente"

La oboísta Céline Moinet.

La oboísta Céline Moinet. / periodico

ROSA MASSAGUÉ

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Si el señor John Essex, autor de 'The young ladies conduct', hubiera estado el 30 de agosto en la Schubertiada de Vilabertran habría padecido un síncope monumental. En su manual dedicado a la educación de la mujer antes y después del matrimonio, considera que son instrumentos impropios del "bello sexo" la flauta, el violín y el oboe. Del último, del oboe, dice: "Es demasiado masculino y resultaría indecente en la boca de una mujer".

El tal Essex publicó su manual en 1722 y ciertamente la imagen de una mujer soplando un instrumento de madera o de metal ha sido muy rara a lo largo de la historia hasta tiempos relativamente recientes.

Las inglesas, que acostumbran a ser mujeres que no se andan con remilgos, empezaron a interesarse por el oboe hacia los años 30 del siglo XX gracias al gran entusiasmo y maestría de Léon Goossens (1897-1988) considerado como uno de los mejores, sino el mejor, oboísta del mundo.

Fruto de sus enseñanzas aparecieron solistas de este instrumento como Evelyn Barbirolli, Natalie James y Joy Boughton. A esta última Benjamin Britten dedicó la obra 'Seis Metamorfosis de Ovidio' (Op. 49) para oboe solo, compuesta en 1951 y estrenada en el Festival de Aldeburgh aquel mismo año.

Tras este largo preámbulo regresemos a Vilabertran porque allí, Céline Moinet, (1984), una intérprete de este instrumento que está haciendo una carrera importante pese a su juventud, ofreció esta pieza  en la que el compositor británico recoge seis de los personajes que protagonizan las metamorfosis del poeta latino.

La obra empieza con las notas de aire pastoral de 'Pan'. Sigue con el movimiento dedicado a 'Phaeton', muy rítmico, en el que se aprecia la marcha del carro. 'Níobe' es un canto triste que evoca las lágrimas de la madre a la que han matado sus hijos. 'Bacchus' es una fiesta.

Con 'Narcissus', el personaje que se enamora de su imagen reflejada en el agua, Britten crea el movimiento más largo de la obra como un juego de espejos en el que el oboe repite la misma frase musical, pero invertida en el registro agudo. El último personaje y movimiento de la obra es 'Aretusa' y concluye con el sonido del agua en el que ha sido convertido el personaje.

El buen hacer de Moinet con una exquisita atención al detalle y la acústica de la canónica de Vilabertran convirtieron esta pieza en una experiencia auditiva de lo más placentera. La oboísta también ofreció el cuarteto 'Phantasy' (Op. 2), obra de juventud de Britten, junto a Cati Reus (violín), Anna Aldomà (viola) y Laia Puig (violonchelo).

Antes, las intérpretes habían ofrecido el 'Cuarteto en fa mayor para oboe, violín, viola y violonchelo' (K370), de Wolfgang Amadeus Mozart; el 'Trío para cuerda' (D471), de Franz Schubert, y el 'Adagio en do menor para corno inglés y trío de cuerda' (KV580) de Mozart. Pero fue con Britten  con lo que el concierto elevó el listón.

La elección de las obras del compositor británico merece además el aplauso en este año en que se conmemora el centenario de su nacimiento, una celebración que está pasando totalmente desapercibida entre nosotros, eclipsada por el bicentenario del nacimiento de Richard Wagner y en menor medida el de Giuseppe Verdi.

Bien pues al festival ampurdanés por traer a una solista de un instrumento tan "indecente" y bien por el pequeño homenaje a uno de los grandes compositores del siglo XX.