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RISTO MEJIDE

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abcdefghijklmnñopqrstuvwxyz. Arrancamos nueva temporada en#ouyeahcomo arrancó el maestro David Abbott en 1968, con todas las cartas boca arriba, en pelota picada, mostrando la caja de herramientas básica de la información, de la imaginación, del poder, de la emoción y de la razón. Las 27 causas de todos nuestros males. Las 27 grandes claves de cualquier solución.

Con esas 27 llaves se pueden abrir todas las puertas. O al menos así debería ser algún día. Sólo hay que saber combinarlas, conscientes de que no se comportarán igual aquí, que en la sede de Halliburton, que en las calles de Damasco, que en la ONU.

Tras esos 27 ingredientes se hallan todas las recetas del mundo. Las que aún nadie ha probado, también. Pero si están incluso las que hemos olvidado a fuerza de llamada perdida, mensaje corto o whatsapp.

Por culpa de esos 27 falsificadores de la realidad hemos reído, hemos llorado, hemos soñado, nos hemos dado de bruces con la realidad, nos hemos enfadado y nos hemos reconciliado cuando todo había sido un malentendido o, por qué no, un malemitido.

Son 27 mercenarios al servicio de quien los escriba, que se reagrupan sin apenas esfuerzo al pasar de una península a un peñón, y no te preocupes que desde la desaparición de los teclados QWERTY mecánicos, son como los M&M's, se trastabillan en tu boca, no en tu mano.

27 grupos de píxels que cualquier partido político sabe borrar de un ordenador, pero no de su memoria interna, una vez desinstalada toda conciencia, file not found. 27 guardianes de la verdad, pero que también harán buen papel trabajando para tus mentiras, aunque las pronuncies en sede parlamentaria, e incluso aunque los hechos, detalles tozudos que siempre van por libre, se empeñen en quitarte la razón. Fin de la cita.

27 garabatos que siempre se los acaba llevando el viento. Y por eso hay que seguir escribiéndolos y señalándolos, como si de un cartel luminoso se tratase, para recordar que siguen existiendo lugares en nuestro corazón con el apellido de Angrois.

27 componentes orgánicos que actúan como el ácido nítrico y la glicerina, que por separado pueden ser tan irrelevantes como un bar y unas cenas, pero juntos podrían llegar a dinamitar la confianza ciega de más de diez millones de votantes. O al menos, es lo que espero que ocurra en septiembre. Ingenuidad, divino tesoro.

Pero también son 27 sonidos tan humanos y tan limitados, que ni siquiera existen en la naturaleza. Por eso está bien comprobar de tanto en tanto que ni el mar ni los árboles ni el campo ni la montaña ni el mitin obsesivo de una cigarra en agosto los necesitan para decirnos cosas y hacernos sentir.

Volver a la rutina dictada por esos 27 capataces del tiempo es darte cuenta de lo mucho que nombramos lo irrelevante y lo poco que charlamos sobre lo fundamental. La cantidad de memeces que nos ocupan todos los días y la cantidad de cosas importantes a las que realmente prestamos poca o nula atención.

Igual es porque la forma más rápida de identificar los momentos más importantes de tu vida, ya verás, son aquellos instantes en los que los 27 traidores desaparecen en bloque. Se esfuman. No recurras a ellos, porque no estarán. Estafadores, timadores de callejón, charlatanes de esquina, te habrán estado mareando durante los días por los motivos más absurdos y sin embargo, el día que realmente los necesites, no estarán ahí para socorrerte.

Autocensurarse para sentirse más libre. Decir menos para poder hacer más. Matarlas callando. Esclavo de nada. Dueño de todo. Que obras son amores. Y a ti te encontré en la calle. Ponme cuarto y mitad.

Es una pena que los recortes no se hayan aplicado también a la sarta de mentiras a medias que a partir de mañana, que muchos acaban las vacaciones, tendremos que escuchar. Que nadie tome las tijeras este septiembre y recorte las medias verdades con las que presuntamente nos infectarán partidos políticos, sindicatos y medios de comunicación.

Claro que entonces igual habría que hacer como los músicos, e inventar un vigésimo octavo pasajero, el símbolo más honesto de todos.

El del más absoluto silencio.

El de la siempre relativa verdad.