Por favor, no perdáis el tiempo y no molestéis

JOAN FERRAN

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¡No me lo puedo creer! Observo con disgusto cómo algunos de mis compañeros de pensamiento político invierten su tiempo al tirarse los platos por la cabeza. Unos lo hacen mediante escritos pesados de difícil lectura incluso para iniciados. Otros sacan la espada flamígera y expulsan del paraíso (sic) a los ángeles malos y los serafines díscolos. Fin del primer asalto. Hasta aquí la partida de pimpón todavía tiene un cierto sentido, porque el juego de la réplica y la contrarréplica es saludable. Pero, ¡ay! Mala cosa cuando la legión de silentes afila la pluma para criticar a otros. Sí. ¡No me lo puedo creer! No comprendo cómo algunos, olvidando u obviando el trabajo opositor que se las ha atribuido, desperdician energía criticando a los compañeros y buscando de sus afines un retuit. Y lo que todavía entiendo menos es cómo este enjambre de articulistas no se dan cuenta de que los verdaderos adversarios políticos les ofrecen, como nunca, ventanas y altavoces para difundir su enojo partidario.

Ni en Catalunya ni en Barcelona estamos en el país de las maravillas. Con la cantidad ingente de errores políticos que hace el ayuntamiento de la ciudad condal, parece mentira que la voz del principal grupo de la oposición a penas se escuche. Con un gobierno de la Generalitat que prorroga presupuestos, que es campeón de recortes, con un presidente cautivo y con un gobierno central fétido... ¿Cómo puede ser que la pluma, la voz y el pensamiento de algunos se entretenga en criticar a compañeros? No me lo puedo creer y estoy harto. Haced el favor de ejercer de opositores donde haga falta intentando que este espacio que os ofrecen determinados medios de comunicación se convierta en un altavoz para exigir medidas políticas favorables al ciudadano, no para señalar con el dedo y criticar a los amigos.

Conviene que cada cual asuma su rol y su papel en el escenario político de este país que cada vez es más complejo. Todo el mundo tiene derecho y puede opinar, exigir y matizar, ¡faltaría más! Sin enmbargo, también es obvio que los grupos que marcan posición y criterio lo hacen desde altas cuotas de unanimidad. Y, por cierto, en los partidos democráticos la unanimidad no proviene de la floritura literaria de un autor lleno de mal humor o despecho, si no de los acuerdos logrados después de un debate congresual profundamente democrático. Debate que implica aceptación por parte de las minorías de la decisión de las mayorías, y también el reconocimiento de la autoridad de los órganos de dirección elegidos democráticamente.

Espero y deseo que todos y cada uno de los opinadores que se han prodigado estos días sean capaces, en un futuro inmediato, de defender políticas en positivo similares en extensión y tiempo al invertido en criticar a los compañeros.

No perdáis el tiempo, por favor. Menos mirarse el ombligo y más trabajar.