Egipto, nuevo Estado tutelado

Adli Mansur, tras jurar el cargo como nuevo presidente de Egipto, ayer.

Adli Mansur, tras jurar el cargo como nuevo presidente de Egipto, ayer.

CARLOS MACIAN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Montesquieu no era egipcio. Lo he comprobado: He remontado su árbol genealógico hasta la primera dinastía de los faraones, y nada. Quizá por eso, cuando definió la separación de poderes en los estados democráticos, se olvidó del poder militar. O quizá malinterpretamos el sentido de “poder ejecutivo”, quién sabe?

Lo vengo a decir porque estos días y por razones obvias, se habla mucho del golpe de Estado en Egipto. Porque ha sido un golpe de Estado, sabéis? Es como se llama cuando un poder no democrático derroca por la fuerza a un gobierno elegido democráticamente, por mucho que dicho gobierno nos caiga mal y simpaticemos con las razones de los golpistas.

Lo que me llama la atención es que las preguntas más frecuentes son si este gesto será bueno o malo para la democracia en Egipto, y para su pueblo (que son dos cosas distintas, por cierto). Se analiza el golpe en el contexto de la primavera árabe, y se compara Egipto con Túnez, con Libia, con Siria, con Yemen. Países que intentan salir de regímenes dictatoriales con mejor o peor fortuna. Y son preguntas no sólo válidas, sino trascendentales.

Sin embargo, la primera comparación que me viene a la mente es con Turquía y Argelia. No Túnez y Yemen. Países donde el principal ganador neto ha sido siempre el ejército, convertido en tutor del destino del Estado. Un poder, literalmente, al margen y por encima del Estado. Un poder que, paradójicamente, se erige en defensor de la occidentalidad democrática de sus estados¿ al margen de la voluntad de sus ciudadanos. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo?

Los acontecimientos en Egipto pueden acabar bien o mal para los ciudadanos, pero lo que es seguro es que han empezado mal para la independencia política del Estado. Eso es lo malo de ceder el poder de decisión a otros, que luego no siempre lo devuelven. Sobre todo, que al situarlos por encima del Estado, la decisión queda supeditada a su “buena voluntad”, frágil garantía política cuando hay poder de por medio. Y que conste que es un modelo que viene de antiguo. Los griegos lo llamaron tiranía.

Y a todo esto¿ qué dice Europa? Es sabido que la política exterior es la última de las competencias, junto con la defensa nacional, que cualquier Estado cedería a la Unión. Así que es difícil que haya una postura común. Pero si además le sumamos la parálisis que atenaza a todos y cada uno de los países europeos en materia de relaciones internacionales (desde que no pintamos nada a nivel militar, quizá?), el resultado es¿ previsiblemente inoperante.

Post publicado en el portal de opinión 50x7