El legado económico de Mandela

Nelson Mandela, en una imagen tomada durante una visita a Londres en el 2007.

Nelson Mandela, en una imagen tomada durante una visita a Londres en el 2007.

JOAN MIQUEL PIQUÉ

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La figura deNelson Mandela sigue siendo venerada e influyente en todo el mundo a sus casi 95 años de edad, y estos días está causando una profunda preocupación por su estado de salud. El 'tour' africano que está llevando a cabo el presidente de los EUA,Barack Obama, finalmente ha tenido una parada importante enSudáfrica y se ha centrado muy claramente en un homenaje, quizá lamentablemente póstumo, a la figura de uno de los políticos más importantes del siglo XX.

Naturalmente, Sudáfrica tendrá un antes y un después de Nelson Mandela, y lo mismo le sucederá a sueconomía, una estructura que hoy es el resultado del proceso deapertura y modernización que Mandela inició tan pronto como fue proclamado presidente del país en 1994. La lucha contra las consecuencias sociales del apartheid (la pobreza, la desigualdad social, la falta de losservicios públicos más básicos) solo se podía llevar a cabo fortaleciendo la estructura macroeconómica, y hoy, casi 20 años después, Sudáfrica es la primera economía del continente por delante de Egipto y Nigeria, con una clase media cada vez más amplia y una notable capacidad exportadora que también atrae un importante volumen deinversión extranjera.

A pesar de ello, el crecimiento económico ininterrumpido de los últimos 20 años lleva al país a una encrucijada, a una fase propia de su estadio de desarrollo: los déficits públicos empiezan a ser preocupantes (superiores al 6%), el déficit por cuenta corriente se mantiene a causa de los problemas de uno de los principales clientes del país (el mercado europeo), y los niveles de paro (superiores al 25%) y desigualdad se mantienen muy por encima de lo deseable y soportable.

Para pasar a una nueva fase de desarrollo, Sudáfrica debe cambiar muchas cosas en su economía. Debe cerrar la etapa del crecimiento basado en los recursos naturales y el impulso de las infraestructuras básicas (agua potable, electricidad, vivienda), para convertirse progresivamente en una economía más moderna, adaptada a las nuevas condiciones medioambientales y sociales. Una ironía del destino: quizá cuando Mandela se vaya será el momento de empezar a impulsar la nueva economía de Sudáfrica, que sigue llamada a ser el líder económico de un continente con enorme potencial para el futuro de la humanidad.

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